jueves, 6 de marzo de 2014

6 de marzo

Padre de amor
jueves después de ceniza
Dt 30,15-20   Sal 1,1-6   Lc 9,22-25

 
La Palabra

 

D   

ecía: «El que quiera seguirme, que se niegue a sí mismo, cargue con su cruz cada día y se venga conmigo. Pues el que quiera salvar su vida la perderá; pero el que pierda su vida por mi causa la salvará».

                                                                                            (Lc 9,23-24) 

Reflexión

     La vida es algo precioso. No por ser inmutable como un diamante, sino porque es vulnerable como un pájaro. Amar la vida significa amar su vulnerabilidad que nos pide cuidado, elección, apoyo. Tanto el recién nacido como el anciano agonizante nos recuerdan cuán preciosa es nuestra vida. No la salvamos con el poder o con el éxito, sino con la entrega y el amor.

 

Oración

     Tú, mano invisible que colocas al pájaro en su nido.

R.: Padre, llena mi vida. ¡Lléname!

     Tú, fuerza de la creación que todo lo mueves.

R.: Padre, llena mi vida. ¡Lléname!

     Tú, grande y sin fondo, realidad que sobrepasa las apariencias.

R.: Padre, llena mi vida. ¡Lléname!

 

Abbá, Padre de ternura

     Jesús, al rezar, utiliza, como todo hebreo, los Salmos, pero cuando se dirige al Padre utiliza la palabra Abbá, la misma palabra utilizada por los niños al dirigirse a su padre. Una palabra que manifiesta la intimidad entre Jesús y Dios, una unión total, una comunión de vida. Jesús vive en la seguridad de que el Padre le ama y le ha confiado todo (Jn 3,35).

     Esta palabra Abbá nos habla de la ternura de Dios hacia el hombre; el paso de la situación de esclavos a la relación de hijos; del miedo a la confianza. Este paso sigue realizándose, a través de Jesús muerto y resucitado, en el Espíritu que habita en nuestros corazones y que grita en nosotros: Abbá, Padre.

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