Padre de amor
jueves después de ceniza
Dt 30,15-20 ● Sal
1,1-6 ● Lc 9,22-25
D
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ecía: «El que quiera seguirme, que se niegue a sí mismo, cargue con su
cruz cada día y se venga conmigo. Pues el que quiera salvar su vida la perderá;
pero el que pierda su vida por mi causa la salvará».
(Lc 9,23-24)
Reflexión
La vida es algo precioso. No por ser inmutable como un diamante,
sino porque es vulnerable como un pájaro. Amar la vida significa amar su vulnerabilidad
que nos pide cuidado, elección, apoyo. Tanto el recién nacido como el anciano
agonizante nos recuerdan cuán preciosa es nuestra vida. No la salvamos con el
poder o con el éxito, sino con la entrega y el amor.
Oración
Tú, mano invisible que colocas al pájaro en su nido.
R.: Padre, llena mi vida. ¡Lléname!
Tú, fuerza de la creación que todo lo mueves.
R.: Padre, llena mi vida. ¡Lléname!
Tú, grande y sin fondo, realidad que sobrepasa las apariencias.
R.: Padre, llena mi vida. ¡Lléname!
Abbá, Padre de ternura
Jesús, al rezar, utiliza,
como todo hebreo, los Salmos, pero cuando se dirige al Padre utiliza la palabra
Abbá,
la
misma palabra utilizada por los niños al dirigirse a su padre. Una palabra que
manifiesta la intimidad entre Jesús y Dios, una unión total, una comunión de
vida. Jesús vive en la seguridad de que el Padre le ama y le ha confiado todo (Jn 3,35).
Esta palabra Abbá nos habla de la ternura de
Dios hacia el hombre; el paso de la situación de esclavos a la relación de
hijos; del miedo a la confianza. Este paso sigue realizándose, a través de
Jesús muerto y resucitado, en el Espíritu que habita en nuestros corazones y
que grita en nosotros: Abbá, Padre.
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