lunes, 6 de agosto de 2012

Experiencia en México 2012

Del 29 de junio al 28 de julio hemos podido disfrutar de una experiencia misionera en México, en concreto en la misión javeriana de Santa Cruz (estado de Hidalgo, comarca de la Huasteca). Éramos cinco chicas españolas y yo como javeriano. Además de varios días en la capital para la parte más turística del programa y para acostumbrarnos al nuevo horario, hemos vivido la experiencia en las comunidades de Zohuala (15 días) y La Laja (7 días).

En Correos de México DF
  
De camino en las comunidades

En Zohuala, una comunidad muy organizada, estaban poco acostumbrados a la visita de "misioneros" (llaman así a quienes van desde otras ciudades de México para ayudar en las celebraciones durante la Semana Santa y en algunos casos Navidad). Allí se habla mucho el idioma local, el náhuatl. Por eso resultó clave el catequista, Felipe, que además de hacernos de traductor nos hizo sentir a gusto con su sentido del humor. Nuestra presencia no pasó desapercibida porque por las mañanas visitamos a las familias y las tardes las pasamos entre juegos para los más pequeños y catequesis para los adolescentes y los mayores. También celebramos la eucaristía a días alternos entre esta comunidad y otra cercana llamada Amaxac. Nos quedamos admirados de la belleza de sus paisajes, del colorido de las mariposas y de la educación y respeto de los niños. También sufrimos el calor, constatamos el éxodo juvenil hacia las ciudades y tuvimos conocimiento de algún caso de maltrato a la mujer. Al despedirnos los indígenas nos abrumaron con una gran cantidad de flores, forma muy bella de decirnos adiós. 

Antxon con Antonia
En La Laja, comunidad más pequeña y más en montaña, se habla más el castellano y pudimos contactar más fácilmente con las personas de allí. Los niños nos esperaban porque aquí sí están muy acostumbrados al paso de los misioneros, que dedican su tiempo especialmente a jugar con ellos. Siempre educados como en Zohuala, nos enseñaron algunos juegos. La facilidad de comunicación y la visita tranquila a las familias durante las mañanas nos permitieron un contacto más personal. En muchas casas pudimos orar ante el altar de los santos (presente en todas las casas), bendecir a quienes allí moran y rezar por los ausentes, la mayoría trabajando en Monterrey o Guadalajara. Celebramos la eucaristía a días alternos en esta comunidad y en otra llamada Xochizintla. También aquí pudimos disfrutar de paisajes de ensueño y recibir una montaña de flores al despedirnos.

Hacia el campo de maíz
En ambas comunidades fuimos tratados muy bien, los indígenas se caracterizan por su hospitalidad y en este caso no ha sido una excepción.

Sin contratiempos y dando gracias a Dios por lo vivido hemos vuelto a España. Ahora nuestra tarea es digerir lo allí experimentado y saber contarlo…

Antxon

Con los adolescentes de Zohuala