domingo, 3 de abril de 2011

LECTURA MISIONERA DE LA BIBLIA, ABRAHAM 2

LA VISITA MISTERIOSA BAJO LA ENCINA DE MAMBRÉ (Génesis 18,1-16)


Yavé se presentó a Abraham junto a los árboles de Mambré mientras estaba sentado a la entrada de su tienda, a la hora más calurosa del día. Al levantar sus ojos, Abraham vio a tres hombres que estaban parados a poca distancia. En cuanto los vio, corrió hacia ellos y se postró en tierra, diciendo: «Señor mío, si me haces el favor, te ruego que no pases al lado de tu servidor sin detenerte. Les haré traer un poco de agua para que se laven los pies y descansen bajo estos árboles. Les haré traer un poco de pan para que recuperen sus fuerzas, antes de proseguir su viaje, pues creo que para esto pasaron ustedes por mi casa.» Ellos respondieron: «Haz como has dicho.»

Abraham fue rápidamente a la tienda, donde estaba Sara, y le dijo: «¡Deprisa, tres me-didas de harina! amásala y haz unas tortas.» Luego él mismo corrió al potrero, tomó un ternero tierno y bueno y se lo entregó a un muchacho para que lo preparara inmediata-mente. Luego buscó requesón, leche y el ternero ya cocinado y se lo presentó a ellos. El se quedó de pie a su lado, bajo el árbol, mientras comían.

Entonces le preguntaron: «¿Dónde está Sara, tu esposa?» El les respondió: «Está dentro, en la tienda.» El otro le dijo: «Dentro de un año volveré por aquí, y para entonces Sara, tu mujer, tendrá un hijo.» Sara estaba escuchando a la entrada de la tienda, a la espalda del que hablaba. Abraham y Sara eran ancianos, bien entrados en años, y ella no tenía ya lo que le pasa ordinariamente a las mujeres. Sara se rió, mientras pensaba: «Cuando yo estoy seca, ¿voy a tener placer, con un marido tan viejo?» Pero Yavé dijo a Abra-ham: «¿Por qué se ha reído Sara? ¿Por qué ha dicho: Cómo voy a tener un hijo ahora que soy vieja? ¿Hay acaso algo imposible para Yavé? Pues bien, volveré a visitarte de-ntro de un año, y para entonces Sara tendrá un hijo.» Sara trató de defenderse, pues tuvo miedo, y dijo: «Yo no me he reído.» Pero él contestó: «Cierto que te has reído.»

Los hombres se levantaron y marcharon en dirección de Sodoma, mientras Abraham los acompañaba para indicarles el camino.

COMENTARIO BÍBLICO

Este texto es fruto de la reelaboración de varias tradiciones, por eso no queda claro si es un solo visitante el que llega ante Abraham o son varios. Véase por ejemplo el abrupto cambio que se da del plural (“le preguntaron”) al singular (“el otro le dijo”).

La escena está descrita con viveza. Desde el inicio se desvela la identidad del visitante, cosa que más adelante resulta más confusa porque ahí encontramos la tradición más antigua (que menciona a tres hombres). Según el relato, ya no es posible determinar cuándo reconoció Abraham a su visitante. El título de “señor mío” y el postrarse en tie-rra forman parte de la hospitalidad oriental.

El relato llega a su objetivo con la pregunta sobre Sara. La reacción de Sara ante el anuncio del nacimiento es similar a la de Abraham anteriormente: “Abraham cayó ros-tro en tierra y se echó a reír, diciendo en su interior: “¿A un hombre de cien años va a nacerle un hijo?, ¿y Sara a sus noventa años va a dar a luz?” (17,17), pero aquí el relato le da especial relevancia y se vuelve el centro del interés teológico. El Señor (otra vez se menciona que el visitante es Yavé) es capaz de llevarlo a efecto. Los otros visitantes han sido olvidados en el clímax dramático de la escena.

El último versículo sirve de enlace entre esta escena y la siguiente: Sodoma y Gomorra.

COMENTARIO MISIONERO

Imagen sugerente de Dios como caminante y visitante. La espiritualidad del camino está muy presente también en el Evangelio. Estos caminantes se presentan ante Abraham y posteriormente seguirán su recorrido, no se apegan a pesar de la buena acogida, que sigue el estilo de la hospitalidad oriental y africana ¡Cuántos ejemplos de hospitalidad generosa podemos contar los misioneros! ¡Cuántos ejemplos también de esta hospitali-dad en nuestras familias, en el mundo rural! Teniendo cuidado de no idealizar, ¿no serán los valores de las sociedades rurales y tradicionales los que pueden generar una nueva sociedad? Acogida, hospitalidad, generosidad, compartir… todo sin ánimo de lucro y poniendo el centro de la importancia en la persona. Sin embargo estos mundos están en declive ante el mundo globalizado y urbano ¿Puede África ser el camino para la salva-ción de todos?

Jesús sale al encuentro del pobre, lo mismo que hace Dios: visita al humilde, al pobre (Abraham) y al que está perdido (Sodoma y Gomorra). Nuestro mundo tiene algo de Sodoma y Gomorra: La crisis mundial es una llamada de atención para que veamos lo que estamos haciendo con los más desfavorecidos. En nuestro mundo los ricos son cada vez más ricos y los pobres cada vez más pobres. Se hace difícil vivir esta situación.

Para Dios nada hay imposible. Nos reímos al oír esta frase como Sara.

Abraham bajo el árbol se hace disponible al encuentro y el Señor se hace presente. Para saber lo que quiere de nosotros tenemos que ponernos en su presencia. Abraham da una respuesta adecuada a la presencia de Dios. Sara se repliega y se queda dentro de la tien-da escuchando. Es lo que habitualmente pasa en los ambientes semi-nómadas de África y Medio Oriente y en los mundos patriarcales. Aún así, situación también simbólica: Sara no cree las promesas del visitante porque no se ha dejado encontrar, no se ha pues-to en sintonía con Dios.

Vida y muerte bien mezcladas, también en la realidad. En el relato, los visitantes anun-cian un hijo a Abraham y avanzan para destruir Sodoma y Gomorra.

Los caminantes van dando respuesta a las preguntas que Abraham se estaría haciendo: “yo ya soy mayor y la promesa sigue sin cumplirse.”

La actitud de Abraham ante estos personajes es el vaciamiento: todo lo bueno (comida) y toda su miseria (vejez) quedan ante los visitantes.

Importa hacer las cosas y llevar adelante la propia misión sin tener tanto en cuenta los números ¿Somos pocos? No importa, seguimos haciendo lo que nos corresponde y po-demos.

Gran fe de Abraham. “Si el Señor me ha elegido a mí, que soy polvo y ceniza, será por algo.” En ningún momento se lamenta: ve sus límites, pero confía en Dios.

Dios se fija en quien quiere para llevar adelante su proyecto, y la respuesta puede ser: “Con tu ayuda, Señor, todo lo puedo.”

Jesús es lo que acontece en una persona cuando Dios no encuentra obstáculos. Véase el anuncio del nacimiento de otro niño que el ángel hace a María. Ella respondió su sí pero lo normal es que nuestra respuesta sea: “Sí, pero…” No respondemos con claridad por nuestros apegos, y el primero es la seguridad. Por una parte necesitamos referencias sólidas, y por otra no podemos repetir esquemas del pasado ni mantenernos en el inmo-vilismo. Es más fácil dejarse llevar que intentar caminos nuevos que en definitiva ten-dremos que hacer en soledad. El camino de Jesús también es así: acercarse a Jesús su-pone soledad, se paga un precio. Martirio.

A pesar de nuestra libertad, tenemos tendencia a la comodidad, como individuos e in-cluso como Iglesia. Los silencios cómplices de nuestra Iglesia, por tantos motivos (iden-tificación con los poderosos, ambigüedades, subrayado excesivo de la moral sexual en detrimento de las injusticias y la corrupción, apego a la riqueza y complacencia con los ricos…), son escandalosos y pasan factura.

En nuestra vida somos cada vez más conscientes de nuestras complicidades con un sis-tema injusto del que queremos salir pero no sabemos cómo. Tenemos sensación de ago-bio, pero los tiempos del Señor llegan cuando Él quiere.

Trabajo de la bordadora: va dando puntadas que no parecen conducir a un conjunto armónico, pero si damos la vuelta al bordado sí se ve. Así pasa en al vida: cuando mi-ramos hacia atrás todo tiene sentido, pero vivimos hacia delante. Abraham sigue su ca-mino hacia delante sin ver nada de lo prometido por Dios.