lunes, 31 de enero de 2011

ORAR CON EL EVANGELIO, 6 DE FEBRERO 2011






ORACIÓN INICIAL

Señor, nos hemos vuelto muy sosos, aburridos, sin chispa.

Nos hemos acomodado en nuestras espiritualidades desencarnadas,

En nuestras componendas con los poderosos,

En nuestro pequeño mundo rutinario.

Y sin embargo, escuchamos con añoranza a los profetas,

Nos dejamos conmover ante el testimonio de los misioneros,

Anhelamos algo más auténtico y vital.

¿Qué hacer para recuperar sabor, Señor?

No podemos seguir jugando contigo

Porque hay demasiada oscuridad en nuestro mundo

para que pospongamos la respuesta.

Tu Palabra nos abre horizontes,

Nos descubre la inmensidad y belleza de la misión,

Nos envía hasta los confines de la Tierra para proclamar:

“El Reino está cerca, dichosos los pobres.”

Merece la pena desaparecer dando sabor y alumbrando a los demás

Como Tú hiciste, Señor.

Que tu luz sea nuestra luz.



EVANGELIO: Mateo 5,13 16

En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos: «Vosotros sois la sal de la tierra. Pero si la sal se vuelve sosa, ¿con qué la salarán? No sirve más que para tirarla fuera y que la pise la gente. Vosotros sois la luz del mundo. No se puede ocultar una ciudad puesta en lo alto de un monte. Tampoco se enciende una vela para meterla debajo del celemín, sino para ponerla en el candelero y que alumbre a todos los de casa. Alumbre así vuestra luz a los hombres, para que vean vuestras buenas obras y den gloria a vuestro Padre que está en el cielo».


COMENTARIO DE NUESTRO FUNDADOR

El alma del apóstol es lo más bello y grande que se puede imaginar. Hace falta que la luz la inunde y el amor la inflame para que pueda reflejar esta luz y este calor en los demás. Y Cristo es la fuente de esta luz y el hogar de este fuego: quien no se orienta continuamente hacia él, enseguida se encontrará entre las densas tinieblas de la falsa sabiduría del mundo, que es necedad ante Dios; enseguida sentirá el frío del corazón, que no puede apagar el amor a las cosas terrenas.

Jesús encomienda a sus seguidores resplandecer ante los hombres para que puedan admirar sus buenas obras y dar gloria al Padre, y todo esto está dicho particularmente para nosotros que en la persona de sus apóstoles fuimos llamados luz del mundo y sal de la tierra. Si por una parte tenemos que ser luz de la celeste doctrina que estamos llamados a anunciar, tenemos también que ser sal de la tierra, que preserva de la corrupción con la santidad de nuestra vida y con nuestras costumbres irreprensibles. No ocurra que en nosotros se distingan estos dos elementos esenciales para la gran misión que Dios nos ha confiado por el bien de nuestros hermanos. Hacer de otra forma equivaldría a volver inútil nuestra obra, sería ir contra los ejemplos de Cristo, de quien se nos dice en el Evangelio que ante todo se puso a actuar y después a enseñar, mostrándonos así el camino que se ha de andar para alcanzar con seguridad la meta, a la que debemos de tender incesantemente.

(Extraído de homilías (años 1913 y 1919) de Guido Mª Conforti.)



LA MISIÓN, LUZ DEL MUNDO
DESDE LA MISIÓN DE GAYA (CHAD)

Hoy hemos vivido una gran alegría. La Parroquia de Gaya ha querido agradecer al Señor los 25 años de nuestra llegada aquí. Fue en Septiembre de 1982, cuando la primera comunidad javeriana llegó. Desde entonces, guiados por el Espíritu del Señor, seguimos anunciando la Buena Noticia del Amor de Dios manifestado en el Señor Jesús.

Ha sido una celebración de la Eucaristía muy viva, alegre y con detalles bonitos. Lo importante ha sido dar gracias al Señor de la llegada del Evangelio. Y, al mismo tiempo, responsabilizarse de esta Buena Noticia que se nos ha concedido gratuitamente.

En la homilía, ha habido una idea que he querido subrayar con fuerza: la belleza de la vida cristiana. La vida que nos viene de Dios supera nuestra capacidad de comprender. Es bella, es sublime: el amor incondicional, la verdad, el perdón al enemigo, el banquete del Reino de Dios, donde hay una plaza para cada persona, simple y únicamente por el hecho de ser persona, y no por su condición o rango, la familia de los hijos de Dios, que rompe los lazos sanguíneos para abrazar el mundo entero, la dignidad de cada ser humano… Y el haber conocido esta vida, un don, un regalo de lo Alto.

Ayer, atardeciendo, hicimos un momento de vigilia, de oración y preparación para la acción de gracias a Dios de hoy. De una manera espontánea, se dieron algunos testimonios personales sobre la acción del Evangelio en nuestras vidas. Uno de ellos ha dicho, "para mí, Jesús me ha liberado del miedo del mundo invisible, de lo que me esclavizaba. A partir del día que decidí acoger Jesús, la paz entró en mi vida y en mi casa". Un joven ha dicho: "con Jesús, yo he descubierto una familia nueva, con quien puedo contar en todo momento".

Yo, también he compartido algo de lo que ha significado acoger Jesús en mi vida y porqué a un cierto momento me dejé guiar por su voz y me puse en camino, en misión, hasta llegar aquí.

Desde adolescente, he ido descubriendo a Jesús como a un amigo. Mi relación con El, es de mucha confianza y familiaridad. Recibo de El la Vida Eterna. La Palabra que mejor representa lo que es Jesús para mí es Mt 13,44.

Es curioso, pero el año antes de venir por primera vez al Chad, lo desconocía todo de este país. Hoy, me siento parte de esta familia.

Gracias Señor por haberte conocido y por haber pensado en mí para esta hermosa tarea de anunciar tu Palabra.

(Extraído del diario de Fernando García, misionero javeriano. Día 27 de enero de 2008)

domingo, 23 de enero de 2011

LOS MONJES DE TIBHIRINE

Hace unos años Argelia vivía un periodo muy convulso: todos los extranjeros presentes en el país fue-ron amenazados por el terrorismo fundamentalista y muchos, sobre todo religiosos y misioneros cris-tianos, fueron asesinados. Entre ellos se encontraban los siete monjes trapenses, todos franceses, del monasterio de “Nuestra Señora del Atlas”, que fueron secuestrados en marzo y degollados el 21 de mayo de 1996.

Estos monjes ya habían recibido la “visita” amenazadora de hombres armados a los que llamaban “nuestros hermanos de las montañas.” Los monjes sabían que sus vidas corrían peligro, pero todos de-cidieron libremente seguir en el país. El prior de la comunidad, Christian de Chergé, había vivido 3 años de su infancia en Argelia y volvió allí como militar durante la guerra de la independencia. Enton-ces un amigo suyo musulmán, Mohamed, fue asesinado al querer protegerle. Este hecho marcó su vida y le orientó hacia el sacerdocio y a volver a Argelia como religioso. Así se puede comprender el pro-fundo aprecio por los musulmanes que quedó reflejado en su testamento, aquí reproducido.

Cuando un A-Dios se vislumbra...

Si me sucediera un día -y ese día podría ser hoy- ser víctima del terrorismo que parece querer abarcar en este momento a todos los extranjeros que viven en Argelia, yo quisiera que mi comunidad, mi Igle-sia, mi familia, recuerden que mi vida estaba ENTREGADA a Dios y a este país. Que ellos acepten que el Único Maestro de toda vida no podría permanecer ajeno a esta partida brutal. Que recen por mí. ¿Cómo podría yo ser hallado digno de tal ofrenda? Que sepan asociar esta muerte a tantas otras tan violentas y abandonadas en la indiferencia del anonimato. Mi vida no tiene más valor que otra vida. Tampoco tiene menos. En todo caso, no tiene la inocencia de la infancia. He vivido bastante como para saberme cómplice del mal que parece, desgraciadamente, prevalecer en el mundo, incluso del que podr-ía golpearme ciegamente.

Desearía, llegado el momento, tener ese instante de lucidez que me permita pedir el perdón de Dios y el de mis hermanos los hombres, y perdonar, al mismo tiempo, de todo corazón, a quien me hubiera heri-do.

Yo no podría desear una muerte semejante. Me parece importante proclamarlo. En efecto, no veo cómo podría alegrarme que este pueblo al que yo amo sea acusado, sin distinción, de mi asesinato. Sería pa-gar muy caro lo que se llamará, quizás, la "gracia del martirio" debérsela a un argelino, quienquiera que sea, sobre todo si él dice actuar en fidelidad a lo que él cree ser el Islam.

Conozco el desprecio con que se ha podido rodear a los argelinos tomados globalmente. Conozco tam-bién las caricaturas del Islam fomentadas por un cierto islamismo. Es demasiado fácil creerse con la conciencia tranquila identificando este camino religioso con los integrismos de sus extremistas. Argelia y el Islam, para mí son otra cosa, es un cuerpo y un alma. Lo he proclamado bastante, creo, conociendo bien todo lo que de ellos he recibido, encontrando muy a menudo en ellos el hilo conductor del Evan-gelio que aprendí sobre las rodillas de mi madre, mi primerísima Iglesia, precisamente en Argelia y, ya desde entonces, en el respeto de los creyentes musulmanes.

Mi muerte, evidentemente, parecerá dar la razón a los que me han tratado, a la ligera, de ingenuo o de idealista: "¡qué diga ahora lo que piensa de esto!" Pero estos tienen que saber que por fin será liberada mi más punzante curiosidad. Entonces podré, si Dios así lo quiere, hundir mi mirada en la del Padre para contemplar con El a Sus hijos del Islam tal como El los ve, enteramente iluminados por la gloria de Cristo, frutos de Su Pasión, inundados por el Don del Espíritu, cuyo gozo secreto será siempre, el de establecer la comunión y restablecer la semejanza, jugando con las diferencias.

Por esta vida perdida, totalmente mía y totalmente de ellos, doy gracias a Dios que parece haberla que-rido enteramente para este GOZO, contra y a pesar de todo.

En este GRACIAS en el que está todo dicho, de ahora en más, sobre mi vida, yo os incluyo, por su-puesto, amigos de ayer y de hoy, y a vosotros, amigos de aquí, junto a mi madre y mi padre, mis her-manas y hermanos y los suyos, ¡el céntuplo concedido, como fue prometido!

Y a ti también, amigo del último instante, que no habrás sabido lo que hacías. Sí, para ti también quiero este GRACIAS, y este "A-DIOS" en cuyo rostro te contemplo. Y que nos sea concedido reencontrarnos como ladrones felices en el paraíso, si así lo quiere Dios, Padre nuestro, tuyo y mío.

¡AMEN! IM JALLAH!

Argel, 1 de diciembre de 1993 - Tibhirine, 1 de enero de 1994




Mi cuerpo es para la tierra,

pero, por favor,

ninguna barrera

entre ella y yo.


Mi corazón es para la vida,

pero, por favor,

ningún remilgo

entre ella y yo.


Mis brazos para el trabajo

estarán cruzados

muy simplemente.


Para mi rostro:

quédese descubierto

para no impedir el beso,


y la mirada,

dejadla ver.

Gracias.


Testamento del Padre Christophe, también degollado.



“La resolución imposible, sí, la he tomado: recibida de Ti,

Amor que me obliga:

Esto es mi cuerpo: donado.

Esta es mi sangre: derramada.

Que me suceda según tu palabra, que tu gesto me atraviese.

Y esta resolución –la tuya-: me sobrepasa infinitamente.

Cerca de la Mujer

(tú, el Hijo nacido de su carne, me autorizas a llamarla: Mamá

y a recibirla en mi casa),

mi resolución es muy sencilla: soy y estoy.

Resolución más fuerte que la muerte”.


Poema del Padre Christophe, también degollado