domingo, 6 de noviembre de 2011

LECTURA MISIONERA DE LA BIBLIA. HISTORIA DE JOSÉ Y SUS HERMANOS (2)

José ha sido vendido a los egipcios. Tras muchas vicisitudes y pasar por la cárcel, su capacidad para interpretar sueños y prever así siete años de abundancia que precederán a siete años de escasez le hace ser nombrado visir del Faraón.

TEXTO BÍBLICO (Génesis 42-46)

42 Cuando Jacob se enteró de que en Egipto vendían cereales, dijo a sus hijos: “He oído que en Egipto venden cereales. Id allí y comprad algo para nosotros. Así podremos sobrevivir y no moriremos”. 3 Entonces, diez de los hermanos de José bajaron a Egipto para abastecerse de cereales; 4 pero Jacob no dejó que Benjamín, el hermano de José fuera con ellos, por temor a que le sucediera una desgracia. 5 Así llegaron los hijos de Israel en medio de otra gente que también iba a procurarse víveres, porque en Canaán se pasaba hambre.

6 José tenía plenos poderes sobre el país y distribuía raciones a toda la población. Sus hermanos se presentaron ante él y se postraron con el rostro en tierra. 7 Al verlos, él los reconoció en seguida, pero los trató como si fueran extraños y les habló duramente. “¿De dónde venís?”, les preguntó. Ellos respondieron: “Venimos de Canaán para abastecernos de víveres”. Entonces José les dijo: “Vosotros sois espías, y habéis venido a observar las zonas desguarnecidas del país”. 17 E inmediatamente, los puso bajo custodia durante tres días.

18 Al tercer día, José les dijo: 19 “Para probar que sois sinceros, uno de vuestros hermanos quedará como rehén en la prisión donde estáis bajo custodia, mientras el resto llevará los víveres, para aliviar el hambre de vuestras familias. 20 Después me traeréis a vuestro hermano menor. Así se pondrá de manifiesto que habéis dicho la verdad y no moriréis”. Ellos estuvieron de acuerdo.

21 Pero en seguida comenzaron a decirse unos a otros: “¡Verdaderamente estamos expiando lo que hicimos contra nuestro hermano! Porque nosotros vimos su angustia cuando nos pedía que tuviéramos compasión, y no quisimos escucharlo. Por eso nos sucede esta desgracia”. 22 Rubén les respondió: “¿Acaso no os advertí que no cometierais ese delito contra el muchacho? Pero no quisisteis hacer caso, y ahora se nos pide cuenta de su sangre”. 23 Ellos ignoraban que José los entendía, porque antes habían hablado por medio de un intérprete. 24 José se alejó de ellos para llorar; y cuando estuvo en condiciones de hablarles nuevamente, separó a Simeón y ordenó que lo ataran a la vista de todos. 25 Después José mandó que les llenaran las bolsas con trigo y que repusieran el dinero en la bolsa de cada uno. También ordenó que les entregaran provisiones para el camino. Así se hizo. 26 Ellos cargaron sus asnos con los víveres y partieron.

43 1 El hambre continuaba asolando el país. 2 Y cuando se agotaron los víveres que habían traído de Egipto, su padre les dijo: “Regresad a Egipto a comprarnos un poco de comida”. 3 Pero Judá le respondió: “Aquel hombre nos advirtió expresamente que no nos presentáramos delante de él, si nuestro hermano no nos acompañaba. 4 Si tú dejas partir a nuestro hermano con nosotros, bajaremos a comprarte comida; 5 pero si no lo dejas, no podremos ir, porque el hombre nos dijo: ‘No vengan a verme si su hermano no los acompaña’”. 11 “Ya que tiene que ser así, continuó diciendo Israel, haced lo siguiente: Poned en vuestros equipajes los mejores productos del país, y regalad a aquel hombre un poco de bálsamo y un poco de miel, goma tragacanto, mirra, nueces y almendras. 12 Tomad además una doble cantidad de dinero, porque tendréis que restituir la suma que os pusieron junto a la abertura de la bolsa. Tal vez se trate de una equivocación. 13 Llevad también a vuestro hermano, y volved cuanto antes a ver a ese hombre. 14 Que el Dios Todopoderoso lo mueva a compadecerse de vosotros, y él os permita traer a vuestro hermano, lo mismo que a Benjamín. Yo, por mi parte, si tengo que verme privado de mis hijos, estoy dispuesto a soportarlo”.

15 Ellos recogieron los regalos, tomaron una doble cantidad de dinero, y bajaron a Egipto llevándose a Benjamín. En seguida fueron a presentarse delante de José, 16 y cuando este vio que venían con Benjamín, dijo a su mayordomo: “Lleva a estos hombres a casa. Mata un animal y prepáralo, porque hoy al mediodía comerán conmigo”. 24 El mayordomo introdujo a los hombres en la casa de José, les trajo agua para que se lavaran los pies y les dio pasto para los animales. 25 Ellos prepararon los regalos, esperando la llegada de José al mediodía, porque ya les había avisado que comería allí.

26 Cuando José entró en la casa, le presentaron los regalos que traían y se postraron ante él con el rostro en tierra. 27 José los saludó y les dijo: “El anciano padre de que me hablasteis, ¿vive todavía? ¿Cómo está?”. 28 “Nuestro padre, tu servidor, vive todavía y goza de buena salud”, le respondieron; e inclinándose, se postraron. 29 Al levantar los ojos, José vio a Benjamín, el hijo de su misma madre, y preguntó: “¿Es este el hermano menor de que me habéis hablado?”. Y añadió: “Que Dios te favorezca, hijo mío”.

30 José salió precipitadamente porque se conmovió a la vista de su hermano y no podía contener las lágrimas. Entró en una habitación y lloró. 31 Después se lavó la cara, volvió y, tratando de dominarse, ordenó que sirvieran la comida.

44 1 Después José dio a su mayordomo esta orden: “Llena de víveres las bolsas de estos hombres, hasta que estén bien repletas, y antes de cerrarlas, coloca en ellas el dinero de cada uno. 2 En la bolsa del más joven, además del dinero que pagó por su ración, pondrás también mi copa de plata”. El mayordomo hizo lo que José le había indicado, 3 y al día siguiente, apenas amaneció, hicieron salir a los hombres con sus asnos. 4 Ellos salieron de la ciudad, y cuando todavía no se habían alejado, José dijo a su mayordomo: “Corre ahora mismo detrás de esos hombres, y apenas los alcances, les dirás: ‘¿Por qué devolvéis mal por bien, y por qué me habéis robado la copa de plata? 5 Esa es la copa que mi señor usa para beber y con la que consulta los presagios. Os habéis comportado pésimamente’”.

6 Apenas los alcanzó, el mayordomo les repitió estas palabras. 7 Pero ellos respondieron: 9 “Si la copa se llega a encontrar en poder de alguno de nosotros, el que la tenga morirá, y todos los demás seremos tus esclavos”. 10 “Está bien, respondió, que sea como decís, pero mi esclavo será únicamente aquel en cuyo poder se encuentre la copa. Los demás quedarán libres de todo cargo”. 11 Entonces ellos se apresuraron a bajar sus bolsas, y cada uno abrió la suya. 12 El mayordomo las registró, empezando por la del mayor y terminando por la del menor, y la copa fue hallada en la bolsa de Benjamín. 13 Al ver esto, ellos rasgaron sus vestiduras; luego volvieron a cargar sus asnos y regresaron a la ciudad.

14 Cuando Judá y sus hermanos entraron en la casa de José, este todavía se encontraba allí. Ellos se postraron ante él con el rostro en tierra, 15 y entonces José les preguntó: “¿Qué manera de proceder es esta? ¿Acaso ignorabais que un hombre como yo sabe recurrir a la adivinación?”. 16 Judá respondió: “¿Qué podemos decirte, señor? ¿Qué excusa podemos alegar, o cómo vamos a probar nuestra inocencia? Es Dios el que ha puesto al descubierto nuestra maldad. Aquí nos tienes: somos tus esclavos, tanto nosotros como aquel en cuyo poder estaba la copa”. 17 Pero José replicó: “¡Lejos de mí obrar de ese modo! Mi esclavo será solamente el que tenía la copa. Los demás podréis regresar tranquilamente a la casa de vuestro padre”.

18 Judá se acercó para decirle: “Yo me he hecho responsable de Benjamín ante mi padre, diciendo: ‘Si no te lo devuelvo sano y salvo, seré culpable ante ti todo el resto de mi vida’. 33 Por eso, deja que yo me quede como esclavo tuyo en lugar del muchacho, y que él se vuelva con sus hermanos. 34 ¿Cómo podré regresar si el muchacho no me acompaña? Yo no quiero ver la desgracia que caerá sobre mi padre”.

45 1 José ya no podía contener su emoción en presencia de la gente que lo asistía, y exclamó: “Haced salir de aquí a toda la gente”. Así, nadie permaneció con él mientras se daba a conocer a sus hermanos. 3 José dijo a sus hermanos: “Yo soy José. ¿Es verdad que mi padre vive todavía?”. Pero ellos no pudieron responderle, porque al verlo se habían quedado pasmados. 4 Entonces José volvió a decir a sus hermanos: “Acercaos un poco más”. Y cuando ellos se acercaron, añadió: “Sí, yo soy José, vuestro hermano, el mismo que vendisteis a los egipcios. 5 Ahora no os aflijáis ni sintáis remordimiento por haberme vendido. En realidad, ha sido Dios el que me envió aquí delante de vosotros para preservaros la vida. 6 Porque ya hace dos años que hay hambre en esta región, y en los próximos cinco años tampoco se recogerán cosechas de los cultivos. 7 Por eso Dios hizo que yo os precediera para dejaros un resto en la tierra y salvaros la vida, librándoos de una manera extraordinaria. 8 Ha sido Dios, y no vosotros, el que me envió aquí y me constituyó padre del Faraón, señor de todo su palacio y gobernador de Egipto. 9 Volved cuanto antes a la casa de mi padre y decidle: ‘Así habla tu hijo José: Dios me ha constituido señor de todo Egipto. Ven ahora mismo a reunirte conmigo. 10 Tú vivirás en la región de Gosen, y estarás cerca de mí, junto con tus hijos y tus nietos, tus ovejas y tus vacas, y con todo lo que te pertenece. 11 Yo proveeré a tu subsistencia, porque el hambre durará todavía cinco años. De esa manera, ni tú ni tu familia ni nada de lo que te pertenece, pasarán necesidad’. 12 Vosotros sois testigos, como lo es también mi hermano Benjamín, de que soy yo mismo el que os dice esto. 13 Informad a mi padre del alto cargo que ocupo en Egipto y de todo lo que habéis visto. Y traedlo aquí lo antes posible”. 14 Luego estrechó entre sus brazos a su hermano Benjamín y se puso a llorar. También Benjamín lloró abrazado a él. 15 Después besó a todos sus hermanos y lloró mientras los abrazaba. Sólo entonces, sus hermanos atinaron a hablar con él.

21 José les dio unos carros y les entregó provisiones para el camino. 22 Además, dio a cada uno de ellos un vestido nuevo, y a Benjamín le entregó trescientas monedas de plata y varios vestidos nuevos. 23 También envió a su padre diez asnos cargados con los mejores productos de Egipto, y diez asnas cargadas de cereales, de pan y de víveres para el viaje. 25 Ellos salieron de Egipto y llegaron a la tierra de Canaán, donde se encontraba su padre Jacob. 26 Cuando le anunciaron que José estaba vivo y era el gobernador de todo Egipto, Jacob no se conmovió, porque no les podía creer. 27 Entonces le repitieron todo lo que les había dicho José y, al ver los carros que le había enviado para transportarlo, su espíritu revivió. 28 Israel exclamó: “Ya es suficiente. ¡Mi hijo José vive todavía! Tengo que ir a verlo antes de morir”.

46 5 Los hijos de Israel hicieron subir a su padre, junto con sus hijos y sus mujeres, en los carros que el Faraón había enviado para trasladarlos. 6 Ellos se llevaron también su ganado y las posesiones que habían adquirido en Canaán. Así llegaron a Egipto, Jacob y toda su familia 7 –sus hijos y sus nietos, sus hijas y sus nietas– porque él había llevado consigo a todos sus descendientes.

Apenas Israel apareció ante José, él lo estrechó entre sus brazos, y lloró un largo rato, abrazado a su padre. 30 Entonces Israel dijo a José: “Ahora sí que puedo morir, porque he vuelto a ver tu rostro y que vives todavía”.

COMENTARIO BÍBLICO

En este texto se pueden intuir varias tradiciones orales que se han ido conjuntando. Por eso hay lagunas, omisiones, repeticiones…

Las hambrunas eran frecuentes en la región mediterránea y Egipto era conocido por su posibilidad de procurar ayuda.

La acusación de espionaje por parte de José está en consonancia con el tradicional temor de Egipto frente a una infiltración enemiga por la frontera del Nordeste, la más vulnerable.

La angustia de los hermanos ante la situación que están viviendo recuerda la angustia que ellos hicieron padecer a José y los hace conscientes de su culpa. Este es el primer signo del cambio que José intentará producir en ellos.

José les devuelve secretamente el dinero pagado por el grano como gesto de amor, a pesar de su rudeza externa.

Los hermanos presentan ante José una actitud humilde, casi servil. Y sorprenden las atenciones bondadosas, incluso paternales, de José, como la invitación a comer. El comer en mesas separadas forma parte de la costumbre egipcia, lo mismo que el simbolismo del número cinco.

En el capítulo 44, José tiene el poder de ejecutar un cruel destino para los hermanos mientras que Judá muestra un espíritu de penitencia que le lleva a descender a las profundidades de su conciencia y a proclamar su confesión. Los hermanos saben que son inocentes y por eso pronuncian una maldición sobre sí mismos que el mayordomo, al tanto de lo que sucede, transforma en esclavitud para el culpable. Sin embargo los hermanos se muestran esta vez unidos y todos quieren sufrir el mismo castigo, y cuando esta propuesta falla Judá quiere sustituir en el castigo a Benjamín. Al parecer, la amable negativa de José a aceptar ese castigo colectivo (y también el de Judá) quiere ser la prueba final de que se les ha cambiado por completo el corazón.

Benjamín es objeto de especial atención en todo el relato por ser hijo de la misma madre que José y el último de los hijos de Jacob. No dice nada en todo el texto y se podría pensar que se trata de un niño aunque según las referencias cronológicas podría tener ya más de 30 años.

Los hechos dramáticos de este relato y las pasiones humanas en ellos implicadas van a ser instrumentos de la providencia divina. Aunque sus hermanos habían vendido a José y así fue llevado a Egipto, en realidad José fue enviado por Dios.

La copa de plata era un objeto sagrado empleado para la adivinación.

Las prisas de José por ver a su padre se explican por el tiempo pasado pero también por la avanzada edad de Jacob.

La región de Gosen está situada en la parte nordeste del delta del Nilo y es por tanto una zona fértil.

Los hermanos salen en busca de su padre acompañados por la generosidad de José que esta vez no tiene segundas intenciones.

El encuentro final entre Jacob y José utiliza el verbo “aparecer” que la Biblia emplea para las apariciones de Dios.

COMENTARIO MISIONERO

El libro del Génesis parece sencillo, pero tiene mucho fondo. Y además, seguimos necesitando leer el Antiguo Testamento desde Jesús. José, como Jesús, tiene un mensaje que transmitir.

Parece un cuento con final feliz, pero hay mucho contenido. La lección que José trama para sus hermanos y los obstáculos que les presenta sirven para hacerles conscientes de lo que hicieron. Sí hay perdón, pero no ofrecido así, sin más, sino tras la necesidad de reflexionar y de aprender la lección. Al final, todo se arregla.

Los hermanos se arrepienten por lo que hicieron a José. Es más, esta vez sí se presentan unidos y solidarios entre ellos (lo que no hicieron con José). José también sufre con todo lo que ha tramado, pero aunque se emociona y llora sigue con su plan.

Da la impresión que la fuerza mayor que empuja a José al perdón es su padre Jacob. No está presente ante él, como tampoco está presente ante nosotros el Padre cuando nos llega el momento de perdonar, pero el principal motor para nuestro perdón es sentirnos perdonados por Él.

A Jacob le toca sufrir la ausencia de su hijo preferido otra vez: ya le pasó con José y ahora le va a pasar con Benjamín.

Hay paralelismos entre José y Jesús: también Jesús, a pesar de verse abandonado por todos, se convierte en punto de unión, en aglutinador; también Jesús nos invita a compartir su mesa; también con Jesús nos damos cuenta que en nuestros sacos llevamos cosas que no nos corresponden, que no hemos puesto nosotros ahí y que en última instancia pertenecen a Otro… Incluso constatamos que el “pago” que damos por nuestra vida nos es devuelto, que recibimos mucho más de lo que damos.

La providencia divina hace que José haya llegado a Egipto. Así lo entiende el mismo José tras las muchas vueltas que ha dado su vida. Su presencia en Egipto no ha sido una casualidad, todo encaja porque un plan mayor se esconde detrás de lo que le va pasando. El mal no prevalece, ni es superior a nosotros. Al final, todo tiene sentido. Esto nos invita a la lectura creyente de la realidad y también de nuestra propia historia ¡Cuántas vueltas, cuántos caminos aparentemente torcidos, para que al final se manifieste la voluntad de Dios! Y nos damos cuenta que en ese camino no hemos estado solos, pero de esto nos damos cuenta echando la vista atrás: en el momento solo veíamos oscuridad.

Dios ha ido seleccionando personas para presentarnos lo que es su misericordia y compasión. Dios es Padre de todos nosotros. Dios perdona a todos sus hijos. Hay lecciones.

El hambre y las necesidades materiales siguen siendo motivo de migraciones. Cuantas personas libres han dejado sus tierras, su mundo, por hambre…

La historia da muchas vueltas: los hijos de Jacob, descendientes directos de Abraham y de su mujer, van a quedarse en la tierra de la mujer esclava de Abraham, donde después, anticipando la historia, ellos mismos serán esclavos.