domingo, 23 de marzo de 2014

23 de marzo de 2014, domingo


tercer domingo de cuaresma - A

Ex 17,3-7   Sal 94,1-2.6-9   Rom 5,1-2.5-8   Jn 4,5-42

 

El agua viva

 

Palabra de Dios

 

J

esús, se sentó junto al pozo. Era cerca de mediodía. En esto una mujer samaritana se acercó al pozo para sacar agua. Jesús le dijo: «Dame de beber». La samaritana dijo a Jesús: «¿Cómo es que tú, siendo judío, te atreves a pedirme agua a mí que soy samaritana?» Jesús le respondió: «Si conocieras el don de Dios y quién es el que te pide de beber, sin duda que tú misma me pedirías a mí y yo te daría agua viva».

   (Jn 4,6-10)

Reflexión

     El don de Dios se identifica con el agua viva. Y el agua viva significa la salvación. Aquel judío que, en la necesidad, pide un poco de agua, es el único que puede dar aquella agua viva que satisface verdaderamente la necesidad más radical de toda persona deseosa de una vida que no muere. La samaritana entiende de forma material y terrena. Y Jesús la corrige: Él es esa agua viva y definitiva que da al hombre el sentido de la vida y la vida misma.

 

Oración

Tú, flor perfumada en la semilla de una rosa.

R: Que se realice lo que Tú quieres, Padre.

Tú, leve movimiento en la aguja de la brújula.

R: Que se realice lo que Tú quieres, Padre.

Tú, nostalgia de la golondrina que vuela hacia el sur.

R: Que se realice lo que Tú quieres, Padre.

 

Se realice tu designio de amor en cada hombre

     Hay siempre un proyecto de amor del Padre para cada hombre. Él es presencia más allá de las presencias. Está más allá de nuestra condición humana y al mismo tiempo se hace sentir Padre cercano y lleno de amor.

     Se mete en nuestra historia. Nos alcanza allá donde estamos. Y más que notarlo a nuestro lado, lo notamos en nuestra vida. Somos hijos en el Hijo y por esta razón lo llamamos “Padre”. Y lo damos a conocer como Padre.

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