sábado, 29 de marzo de 2014

29 de marzo de 2014, sábado


sábado tercera semana

Os 6,1b-6   Sal 50,3-4.18-21   Lc 18,9-14

 

Fariseo, hermano mío…

    

Palabra de Dios

 

D

os hombres subieron al templo a orar. Uno era un fariseo; el otro, un publicano. El fariseo, erguido, oraba así en su interior: «¡Oh Dios!, te doy gracias, porque no soy como los demás: ladrones, injustos, adúlteros; ni como ese publicano…».   (Lc 18,10-12)

 

Reflexión

     Vamos a la iglesia y hacemos la misma cosa que los dos hombres…: por un lado por protagonismo, para ser vistos; por otro lado, en la oscuridad, para buscar el Reino. La oración refleja como un espejo: soberbia o humildad, presunción o arrepentimiento. La oración es espejo de la verdad.

 

Oración

Tú, bola de fuego en medio de las nubes.

R: Que se realice lo que Tú quieres, Padre.

Tú, que no desprecias nuestras debilidades.

R: Que se realice lo que Tú quieres, Padre.

Tú, al que todos pertenecemos.

R: Que se realice lo que Tú quieres, Padre.

 

Se realice tu designio de amor en la obediencia, como Jesús

     Los designios y los deseos del Padre se realizan en Jesús. Él es aquel que no vino para hacer su voluntad, sino la voluntad del Padre. El “no lo que yo quiero… del Getsemaní, es un acto de confianza en el Padre porque Él sabe que Dios es su Abbá, aquel que desea lo mejor para sí y para la salvación del mundo.

     Todo se cumple en Jesús, el hombre más libre que hubo, a quien el Padre siempre escucha y en cuyas manos ha puesto todas las cosas (Jn 13,3). La libertad del Hijo se expresa en la obediencia al Padre: “Mi comida es hacer la voluntad del que me ha mandado” (Jn 4,34). La voluntad del Padre se traduce en las circunstancias concretas de su vida, en la cual cumple su inmolación por nuestra salvación.

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