miércoles, 30 de octubre de 2013

Mes misionero, 30 de octubre

ORACIÓN

Oh Jesús,
autor y consumador de nuestra fe,
que has querido que el amor mutuo
sea la característica distintiva
de tus discípulos,
te pedimos especialmente
por nuestros queridos hermanos
que en lejanas tierras se afanan
por la dilatación de tu Reino.
 
Fecunda con tu gracia sus trabajos,
consuélalos en las tribulaciones,
defiéndelos de todo peligro
y hazlos cada vez más dignos de sacrificarse por la gloria de tu Nombre.
 
Y a nosotros,
por intercesión de San Francisco Javier,
concédenos la suerte de participar un día
en sus fatigas y en sus méritos
 para gozar también nosotros de tu felicidad. 

(Oración de San Guido Mª Conforti)
 

EVANGELIO DEL DÍA (Lucas 13,22-30)

En aquel tiempo, Jesús, de camino hacia Jerusalén, recorría ciudades y aldeas enseñando. Uno le preguntó: "Señor, ¿serán pocos los que se salven?" Jesús les dijo: "Esforzaos en entrar por la puerta estrecha. Os digo que muchos intentarán entrar y no podrán. Cuando el amo de la casa se levante y cierre la puerta, os quedaréis fuera y llamaréis a la puerta, diciendo: "Señor, ábrenos"; y él os replicará: "No sé quiénes sois." Entonces comenzaréis a decir: "Hemos comido y bebido contigo, y tú has enseñado en nuestras plazas." Pero él os replicará: "No sé quiénes sois. Alejaos de mí, malvados." Entonces será el llanto y el rechinar de dientes, cuando veáis a Abrahán, Isaac y Jacob y a todos los profetas en el reino de Dios, y vosotros os veáis echados fuera. Y vendrán de oriente y occidente, del norte y del sur, y se sentarán a la mesa en el reino de Dios. Mirad: hay últimos que serán primeros y primeros que serán últimos." 

TESTIMONIO MISIONERO

CUANDO MEDIO DULCE VALE MÁS QUE LA MEDICINA

Hoy, en Umtata (Sudáfrica), un niño de tres años me ha desafiado a ser santo. Le trajo una vecina para que le tratara un dolor de oídos. Me enseñó las marcas de su cuerpo y de su espalda. Ese cuerpo frágil y pequeño estaba cubierto de las marcas rojas de las palizas que había recibido, pero su cara permaneció impasible cuando yo solté un lamento de dolor al verlo. “No es nada nuevo, es la vida”, parecía decirme la mujer con su mirada. Le di un dulce al niño como gesto de amistad.

El próximo paciente. Otro niño pequeño lleno de sarna (pequeño ácaros que se meten bajo la piel, causando un dolor tremendo). Preparé el tratamiento, y con el rabillo del ojo vi que el primer niño le estaba dando la mitad de su valioso dulce al segundo. Sin pensarlo siquiera, de buen grado, sin que nadie se lo pidiera.

Ese niño tocó mi alma y me sentí humillada en el fondo de mi corazón. Había hecho mucho más de lo que yo era capaz de hacer.

Dra. Haidi Schmidt desde Umtata (Sudáfrica)
Publicado en Antena Misionera, nº 428

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