jueves, 10 de octubre de 2013

Mes misionero, 10 de octubre

San Daniel Comboni, fundador de los Misioneros
Combonianos y de las Misioneras Combonianas

 
ORACIÓN

Padre, que has manifestado en san Daniel Comboni un ejemplo admirable de amor a Ti y a los pueblos de África, concédenos por su intercesión ser transformados por la caridad que brota del Corazón traspasado de Cristo, Buen Pastor. Haz que, imitando su santidad y su celo misionero, nos consagremos enteramente como comunidad de apóstoles a la regeneración de los más pobres y abandonados para alabanza de tu gloria. Por Cristo nuestro Señor. Amen.

 

EVANGELIO DEL DÍA (Lucas 11,5-13)

En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos: "Si alguno de vosotros tiene un amigo, y viene durante la medianoche para decirle: "Amigo, préstame tres panes, pues uno de mis amigos ha venido de viaje y no tengo nada que ofrecerle." Y, desde dentro, el otro le responde: "No me molestes; la puerta está cerrada; mis niños y yo estamos acostados; no puedo levantarme para dártelos." Si el otro insiste llamando, yo os digo que, si no se levanta y se los da por ser amigo suyo, al menos por la importunidad se levantará y le dará cuanto necesite.

Pues así os digo a vosotros: Pedid y se os dará, buscad y hallaréis, llamad y se os abrirá; porque quien pide recibe, quien busca halla, y al que llama se le abre. ¿Qué padre entre vosotros, cuando el hijo le pide pan, le dará una piedra? ¿O si le pide un pez, le dará una serpiente? ¿O si le pide un huevo, le dará un escorpión? Si vosotros, pues, que sois malos, sabéis dar cosas buenas a vuestros hijos, ¿cuánto más vuestro Padre celestial dará el Espíritu Santo a los que se lo piden?"

 

SOBRE SAN DANIEL COMBONI

El joven Daniel Comboni tomó parte en una expedición misionera al sur del Sudán en 1858, donde perdió a casi todos sus compañeros. De vuelta a Europa, junto a la tumba de San Pedro en Roma concibió el “Plan para la regeneración de África”, que consistía en querer comprometer a la Iglesia entera en un esfuerzo unitario en favor de las Misiones Africanas, y proponía hacer de los africanos, misioneros de su propia gente.

Después de intentar en vano implicar a varios Institutos en la realización de su “Plan”, Daniel Comboni fue inducido a fundar en Verona (Italia) sus propios Institutos Misioneros. Los Misioneros Combonianos tienen, pues, su origen en el carisma de san Daniel Comboni, el cual advirtió en el siglo pasado de una manera profética que toda la Iglesia debía ser misionera y debía apoyar muy eficazmente la obra de la evangelización entre los pueblos todavía paganos.  

Agobiado por las enfermedades tropicales y por numerosas pruebas, fallece en Sudán (África) el 10 de octubre de 1881 a los 50 años. Su obra continuó floreciendo, porque llevaba el sello de la obra de Dios. Ahora los Misioneros Combonianos, hombres y mujeres, trabajan especialmente en África, pero también en América y Asia.

Los jóvenes que descubren ser llamados por Dios a la vida misionera en la familia misionera de los Combonianos o de las Combonianas deben estar dispuestos a consagrarse a las Misiones por toda la vida: como Sacerdotes, dedicados a la primera evangelización, o como Hermanos y Hermanas, especializados especialmente en obras sociales.

Todos ellos deben estar dispuestos a vivir en tierras lejanas, sufriendo penalidades y peligros por la difusión del Evangelio. “El verdadero apóstol -diría Comboni- no debe tener miedo a ninguna dificultad, ni siquiera a la muerte. La Cruz y el martirio son su triunfo”.  

¨     DE LOS ESCRITOS DE COMBONI  

< El primer amor de mi juventud fue para esta África desdichada, y, dejando todo lo que más quería en el mundo, vine hace dieciséis años a estas tierras con el fin de ofrecer mi trabajo para aliviar sus seculares desdichas. Después la obediencia me hizo volver a Europa, dada mi poca salud… Marché para obedecer, pero dejé entre vosotros mi corazón, y mis pensamientos y mis afanes siempre estuvieron con vosotros. Finalmente, hoy, al regresar entre vosotros, he recobrado mi corazón para abrirlo en vuestra presencia…

Sí, yo soy ya vuestro padre y vosotros sois mis hijos… Regreso entre vosotros para ya nunca dejar de ser vuestro y para estar enteramente consagrado para siempre a vuestro mayor bien. El día y la noche, el sol y la lluvia me encontrarán siempre dispuesto a atender vuestras necesidades espirituales. El rico y el pobre, el sano y el enfermo, el joven y el viejo, el amo y el siervo tendrán siempre igual acceso a mi corazón. Vuestro bien será el mío, y vuestras penas serán también las mías. El más feliz de mis días será aquel en que pueda dar la vida por vosotros >.  

(De la Homilía de Mons. Comboni al entrar en Jartún).

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