lunes, 23 de septiembre de 2013

Reencuentro con la misión de Chad


… y cuando lo suyo se va haciendo nuestro
… cuando una experiencia pasa a ser más de una experiencia
… cuando entiendes que tú también formas parte de todo esto
… cuando descubres que tu corazón se puede ensanchar hasta donde tú quieres

Solo puedes pensar de forma imperativa, ¡Volveré!

Cuando la gente me preguntaba recién llegado y durante todo el año, ¿y volverías a ir?, yo lo tenía muy claro, seguro que sí. Sinceramente no sabía para qué, de qué forma, por cuánto tiempo o cómo, pero lo que sí tenía muy claro es que volvería.
Y el tiempo lo hizo todo, y la providencia me fue abriendo y preparando el camino, y ese Si Bemol que llevaba conmigo durante todo el tiempo llegó a convertirse en un Si Sostenido que me llevó hasta las puertas del tren y de los aviones necesarios para llegar de nuevo junto a ellos. Una vez más en Chad.
Aún recuerdo con cariño aquel día que sin acabar de creérmelo todo estaba preparado para salir, ¡que trabajito me había costado conseguir todo esto! ¡Que intenso se hizo el año junto a ellos estando desde aquí! ¡Qué duro fue luchar para conseguirlo! ¡Cuánto costó llenar esa hucha que tantas privaciones me costaron!
¡Pero bueno, todo sacrificio tiene su recompensa! ¡Y Noniqui (así me llaman) ahí estaba ya, cargado de maletas y guitarras con un destino muy claro!

…y llegué.

 
Un recuentro, así lo defino, ya no era algo nuevo, los miedos y temores de la primera vez pasaron a convertirse en ilusión y ansias por llegar ya. El entorno ya me era familiar, los olores, los sabores, las vistas, el idioma…Increíble el encuentro con ellos, ver que me esperaban y sentir que me querían, ¡y de qué forma…!
Cierto que todo era conocido, pero no es así, porque lo que yo creía haber conocido sólo era una parte de lo que he podido conocer, y es que esta gente ha llegado a ser mi gente, esta cultura  ya forma parte de la mía, lo suyo ha sido mío y lo mío ha sido suyo, porque esta vez a dejado de ser una simple experiencia para convertirse en parte de mi.
Todo se ha dado por sí mismo, son tantas personas, tantos acontecimientos, que ni yo mismo tengo palabras para expresar lo vivido. Se trata de una especie de misterio que me supera, pero que está dentro de mi, y me da fuerzas día a día para anhelar, sonreír, soñar, esperar, y por qué no, luchar.
Aunque a veces no todo está escrito en verso,  ya que no es fácil hacer un amigo y en breve tiempo perderlo porque muere… reír con ellos y también verles llorar, y hasta llorar con ellos… enfermar gravemente y experimentar como ellos que no se encuentra solución, descubrir con dolor la injusticia de ser marcado por el lugar donde se nace. Sentirse impotente ante los problemas de los demás, pero vivirlos junto a ellos mirando de frente y de la mano. Vivir y sentir lo que Jesús sintió.
Descubrir la fragilidad humana y descubrir a la vez que en ella se encuentra nuestra riqueza. Descubrir que uno no es nada sin el otro. Compartir con la gente lo mejor que uno puede tener “la vida”, ¡qué bonito resulta y cuánto sentido tiene todo así, cuando esa vida se desgasta junto a los demás!
Esto es un regalo, un regalo de verdad, que me vean como uno más (de ellos), pues así lo soy,  de poder compartir cualquier cosa sin un prejuicio o impedimento: la comida, el idioma, un baile, un camino, una clase, una charla, el trabajo…
Aprender a querer pero a querer con corazón aceptando tanto virtudes como defectos, aprender a estar, aprender a aprender, a escuchar, a callar, a luchar, a aceptar…
Llego aquí y llego con muchas historias y aventuras que no podría enumerarlas, momentos de risas y alegrías increíbles, también de tristezas. Con un millón de amigos más y con dos familias la de España y la de Chad.
No paro de reír cuando recuerdo aquellas caminatas, varios kilómetros, a casa de mis amigos, ¡vaya charlas que teníamos por el camino!
Increíble el campo de trabajo con jóvenes, qué cansados terminábamos cada día y qué paliza de bailar nos pegábamos por la noches sacando fuerzas ya de donde no había.
También recuerdo aún esa sensación en el cuerpo y en el rostro de Guillaume cuando tuve que contarle que nuestro amigo Félix de 16 años murió…
Esos 8 días que estuve malo que ya no sabía ni que hacer.
Lo divertidas que eran las clases de guitarra y cuánto nos reíamos.
Esos partidos de fútbol que tanta expectación tenían, con ese ambiente tan peculiar.
Las noches de risas y charlas tan interesantes con los misioneros.
Esos trabajos que parecían que nunca iban a terminar.
Ese mercado tan peculiar y con tanto encanto, en el que ya me conocía la gente.
Esas vistas y esos paisajes inolvidables.
La sonrisa de los niños.
 
En fin… no sigo que puedo estar contando historias hasta mañana y no acabo.
Ya lo he dicho algunas veces antes, sólo a travéss de los demás se puede vivir a Dios.
¿A qué esperáis?
Posdata sigo pensando en imperativo
¡Volveré!
Antonio José Gómez Pérez
Baena, Córdoba

 Si quieres ver el vídeo  pincha aquí: http://youtu.be/jd2xJ28etvk

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