jueves, 19 de septiembre de 2013

"Amando a Dios me acerqué a los demás, viviendo como familia" Campo de Inmigrantes Ceuta
Misiones en Ceuta
 
Tras la insistente petición de Rolando durante estas últimas semanas, que aparentemente mansa, como el agua orada la roca lentamente, me decidí a poner por escrito mi primera experiencia sobre las misiones en Ceuta que tuvieron lugar el pasado verano.

 Comenzaré explicando que cuando me propusieron esta aventura rememoré las veces que se me pasó por la cabeza la idea de ir de misiones. A los dieciséis años me lo plantee por primera vez, y como Dios, que nos conoce mejor que nosotros mismos, sabía perfectamente que yo no improviso, puesto que todo lo mido, lo calibro, lo sopeso y lo razono con mucho tiempo de antelación, sembró en lo más profundo de mi ser esta semilla. Por ello, a mis veintiún años se me presentó esta ocasión, que acepté con confianza y miedo a partes iguales, pero siendo consciente de que este árbol fue plantado hace años, regado con la fe y que tenía que continuar creciendo hacia el Sol para dar frutos en abundancia.

Puedo decir que fue una experiencia de fe del todo recomendable. Amando a Dios, me acerqué a los demás, viviendo como una familia y trabajando codo con codo por el Reino de los Cielos. Me enfrenté a mis prejuicios, a mis miedos y a mis pecados, y comprobé que la confianza en Dios es un camino de vida bello y esforzado, no sin sufrimiento, pero sí con la alegría que nos ofrece la esperanza.

En mi estancia allí, pude comprobar que nuestros hermanos inmigrantes echaban en falta ser tratados como personas dignas, y me reconfortó saber que nosotros les tratábamos como iguales, como hermanos de un mismo Padre.

Charlando con ellos me percaté de las joyas que esconden las culturas africanas: creencias religiosas firmemente arraigadas (¿Qué ha pasado en España, Europa y Occidente con respecto  a Dios? Relativismo, ideologías que no buscan la Verdad, riquezas desmedidas… En definitiva: falsos dioses), un fuerte sentimiento comunitario (frente a nuestro individualismo), el orgullo de pertenecer a una familia (que impacta de lleno con el drama del divorcio, al cual no soy ajeno en absoluto)… Su mentalidad les impide emborracharse, ver pornografía, suicidarse, abortar, tirar comida a la basura… ¿Y de verdad pensamos que el supuesto “Tercer Mundo” es pobre? Deberíamos mirarnos al espejo y comparar nuestras miserias espirituales y sociales con las suyas materiales o económicas. Y una vez puesto en práctica este ejercicio, preguntarnos: ¿Y quiénes son más felices? Nos sorprenderíamos. Ellos van a la vanguardia del conocimiento de lo importante, mientras que nosotros hemos confundido el bienestar y los avances de la tecnociencia con la felicidad.

dando clases...
También me percaté de que esas personas no eran tan distintas a nosotros. Participaban en las redes sociales de internet, eran adolescentes con sueños, estudiantes universitarios, profesionales, trabajadores… Y observé en primera línea cómo de lo imposible brota la realidad, lo posible: me vi, sin saber francés, dando clases de español a francófonos. Fue realmente divertido y sorprendente. Es realmente cierto que si nos dejamos moldear por Él, nos convertimos en instrumentos utilísimos para los demás, para dar gloria a Dios y para nosotros mismos.

 
Francisco Caballero Díaz
Joven de Madrid

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