Oración de inicio
Dios
de nuestros padres, santo y misericordioso,
que con tu palabra hiciste todas las cosas, y,
ayudado por el Espíritu de la Sabiduría,
modelaste todo cuanto existe,
dame tu Sabiduría, que te asistió cuando hacías el mundo,
y que sabe lo que es grato a tus ojos.
Mándala desde tu seno,
para que me asista en mis anhelos y búsquedas,
en mis interrogantes y en mis respuestas,
porque soy demasiado pequeño/a para discernir la verdadera riqueza de la vida
y el camino de la felicidad …
Ella lo conoce todo, y me guiará prudentemente en mis pasos,
y me mostrará, en tu palabra,
la senda de tu voluntad. (Sab.9, 1-6...)
que con tu palabra hiciste todas las cosas, y,
ayudado por el Espíritu de la Sabiduría,
modelaste todo cuanto existe,
dame tu Sabiduría, que te asistió cuando hacías el mundo,
y que sabe lo que es grato a tus ojos.
Mándala desde tu seno,
para que me asista en mis anhelos y búsquedas,
en mis interrogantes y en mis respuestas,
porque soy demasiado pequeño/a para discernir la verdadera riqueza de la vida
y el camino de la felicidad …
Ella lo conoce todo, y me guiará prudentemente en mis pasos,
y me mostrará, en tu palabra,
la senda de tu voluntad. (Sab.9, 1-6...)
Iba a ponerse en camino cuando se le
acercó uno corriendo, se arrodilló ante él y le preguntó: Maestro bueno, ¿qué
debo hacer para heredar la vida eterna? Jesús le contestó ¿Por qué me llamas
bueno? Sólo Dios es bueno. Ya conoces los mandamientos: No matarás, no
cometerás adulterio, no robarás, no darás falso testimonio, no estafarás, honra
a tu padre y a tu madre. Él replicó: Maestro, todo eso lo he cumplido desde
joven. Jesús le miró fijamente con cariño y le dijo: Una cosa te falta: vete,
vende todo lo que tienes y dáselo a los pobres; tendrás un tesoro en el cielo.
Luego ven y sígueme. Ante estas palabras, él frunció el ceño y se fue todo
triste, porque poseía muchos bienes. Mirando alrededor, Jesús dijo a sus
discípulos: ¡Qué difícilmente entrarán en el reino de Dios los que tienen
riquezas! Los discípulos se quedaron asombrados ante estas palabras. Pero Jesús
insistió: Hijos, ¡qué difícil es entrar en el reino de Dios! Le es más fácil a
un camello pasar por el ojo de una aguja, que a un rico entrar en el reino de
Dios. Ellos se asombraron todavía más y decían entre sí: Entonces, ¿quién podrá
salvarse? Jesús les miró y les dijo: Para los hombres es imposible, pero no
para Dios, porque para Dios todo es posible. Pedro se puso a decirle: Mira,
nosotros lo hemos dejado todo y te hemos seguido. Jesús respondió: Les aseguro,
nadie que haya dejado casa o hermanos o hermanas o madre o padre o hijos o
tierras por mí y por la buena noticia, quedará sin recibir ahora, en el tiempo
presente, cien veces más -casas, hermanos, hermanas, madres, hijos y tierras-,
junto con persecuciones, y en el mundo futuro la vida eterna.
Algunas
pistas de reflexión
Mammón es el dios de nuestra sociedad. ‘El producto’ es el único valor suyo; y el
valor de los valores es el producto de los productos, el dinero. Por lo tanto nuestra sociedad no es una
sociedad atea, como se suele decir. Se
trata más bien de una sociedad idólatra, que adora el haber. Y como solemos identificarnos con el objeto
de nuestra propia adoración, el hombre ya solo “es” lo que “tiene” …
Mammón, es un dios que tiene la necesidad
esencial de destruir lo que produce, mejor dicho, quien lo produce …, necesita de
la vida de sus adoradores.
… Pero el evangelio es el anuncio de la
gracia de Dios, de su intervención para salvar el hombre: lo que es “imposible
a los hombres … es posible para Dios”. Y
nos es posible también a nosotros, porque Dios se ha acercado del hombre y se
ha hecho nuestro prójimo. (cf.
S. Fausti)
¿Está la Iglesia con los pobres? ¿Cuál es su posición objetiva, al margen de
las mejores intenciones y de las hermosas palabras? ¿En qué cosas y casos debe cambiarla? (Elías A. Martín)
Oración
conclusiva
Señor Jesús,ayúdame
a permitir a la luz
de tu mirada
tierna
penetrar
mis entrañas
para que
me sienta
atraído hacia ti
y pueda descubrir
un nuevo deseo
de seguirte.
(Armand et Marie-Philippe, ‘Prier’ nº 345)
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