lunes, 24 de septiembre de 2012

Lectura misionera de la Biblia. Moisés (2)

MISIÓN DE MOISÉS

TEXTO BÍBLICO (Éxodo 2,11-4,20)

Siendo ya un hombre, Moisés salió en cierta ocasión a visitar a sus hermanos, y observó los penosos trabajos a que estaban sometidos. También vio que un egipcio maltrataba a un hebreo, a uno de sus hermanos. 12 Entonces dirigió una mirada a su alrededor, y como no divisó a nadie, mató al egipcio y lo escondió en la arena. 13 Al día siguiente regresó y encontró a dos hebreos que se estaban peleando. “¿Por qué golpeas a tu compañero?”, preguntó al agresor. 14 Pero este le respondió: “¿Quién te ha constituido jefe o árbitro nuestro? ¿Acaso piensas matarme como mataste al egipcio?”. Moisés sintió temor y pensó: “Por lo visto, el asunto ha trascendido”.
15 En efecto, el Faraón se enteró de lo sucedido, y buscó a Moisés para matarlo. Pero este huyó del Faraón, y llegó al país de Madián. Allí se sentó junto a un pozo.
16 El sacerdote de Madián tenía siete hijas. Ellas fueron a sacar agua para llenar los bebederos y dar de beber al rebaño de su padre. 17 De pronto llegaron unos pastores y las echaron. Moisés, poniéndose de pie, salió en defensa de ellas y dio de beber a sus ovejas. 18Cuando llegaron al lugar donde estaba Reuel, su padre, este les preguntó: “¿Por qué hoy habéis vuelto tan pronto?”. 19 “Un hombre, un egipcio, le explicaron ellas, nos libró de los pastores, nos sacó agua, y hasta dio de beber al rebaño”. 20“¿Dónde está ese hombre?”, preguntó él a sus hijas. “¿Por qué lo dejasteis allí? Invitadlo a comer”. 21Moisés accedió a quedarse en casa de aquel hombre, y este le dio como esposa a su hija Sipora. 22 Ella tuvo un hijo, y Moisés lo llamó Gersón, porque dijo: “Fui un emigrante en tierra extranjera”.
Pasó mucho tiempo y, mientras tanto, murió el rey de Egipto. Los israelitas, que gemían en la esclavitud, hicieron oír su clamor, y ese clamor llegó hasta Dios, desde el fondo de su esclavitud. 24Dios escuchó sus gemidos y se acordó de su alianza con Abraham, Isaac y Jacob. 25 Entonces dirigió su mirada hacia los israelitas y los tuvo en cuenta.
3 1 Moisés, que apacentaba las ovejas de su suegro Jetró, el sacerdote de Madián, llevó una vez el rebaño más allá del desierto y llegó a la montaña de Dios, al Horeb. 2 Allí se le apareció el Ángel del Señor en una llama de fuego, que salía de en medio de la zarza. Al ver que la zarza ardía sin consumirse, 3 Moisés pensó: “Voy a observar este grandioso espectáculo. ¿Por qué será que la zarza no se consume?”. 4 Cuando el Señor vio que él se apartaba del camino para mirar, lo llamó desde la zarza, diciendo: “¡Moisés, Moisés!”. “Aquí estoy”, respondió él. 5Entonces Dios le dijo: “No te acerques hasta aquí. Quítate las sandalias, porque el suelo que estás pisando es una tierra santa”. 6 Luego siguió diciendo: “Yo soy el Dios de tu padre, el Dios de Abraham, el Dios de Isaac y el Dios de Jacob”. Moisés se cubrió el rostro porque tuvo miedo de ver a Dios.
El Señor dijo: “Yo he visto la opresión de mi pueblo, que está en Egipto, y he oído los gritos de dolor, provocados por sus capataces. Sí, conozco muy bien sus sufrimientos. 8 Por eso he bajado a librarlo del poder de los egipcios y a hacerlo subir, desde aquel país, a una tierra fértil y espaciosa, a una tierra que mana leche y miel, al país de los cananeos, los hititas, los amorreos, los perizitas, los jivitas y los jebuseos. 9 El clamor de los israelitas ha llegado hasta mí y he visto cómo son oprimidos por los egipcios. 10 Ahora ve, yo te envío al Faraón para que saques de Egipto a mi pueblo, a los israelitas”.
11 Pero Moisés dijo a Dios: “¿Quién soy yo para presentarme ante el Faraón y hacer salir de Egipto a los israelitas?”. “Yo estaré contigo, le dijo Dios, y esta es la señal de que soy yo el que te envía: después que hagas salir de Egipto al pueblo, daréis culto a Dios en esta montaña”.
13 Moisés dijo a Dios: “Si me presento ante los israelitas y les digo que el Dios de sus padres me envió a ellos, me preguntarán cuál es su nombre. Y entonces, ¿qué les responderé?”. 14 Dios dijo a Moisés: “Yo soy el que soy”. Luego añadió: “Tú hablarás así a los israelitas: ‘Yo soy’ me envió a vosotros” (…)
Pero Moisés respondió: “¿Y si se niegan a creerme, y en lugar de hacerme caso, me dicen: ‘No es cierto que el Señor se te ha aparecido’?”. 2 Entonces el Señor le preguntó: “¿Qué tienes en la mano?”. “Un bastón”, respondió Moisés. 3 “Arrójalo al suelo”, le ordenó el Señor. Y cuando lo arrojó al suelo, el bastón se convirtió en una serpiente. Moisés retrocedió atemorizado, 4 pero el Señor le volvió a decir: “Extiende tu mano y agárrala por la cola”. Así lo hizo, y cuando la tuvo en su mano, se transformó nuevamente en un bastón. 5 “Así deberás proceder, añadió el Señor, para que crean que el Señor, el Dios de tus padres, el Dios de Abraham, el Dios de Isaac y el Dios de Jacob, se te ha aparecido”.
6 Después el Señor siguió diciéndole: “Mete tu mano en el pecho”. Él puso su mano en el pecho; y al sacarla, estaba cubierta de lepra, blanca como la nieve. 7 En seguida el Señor le ordenó: “Vuelve a poner tu mano en el pecho”. Así lo hizo Moisés; y cuando la retiró, ya había recuperado nuevamente su color natural. 8 Entonces el Señor le dijo: “Si se niegan a creerte y no se convencen ante la evidencia del primer prodigio, el segundo los convencerá. 9 Y si a pesar de estos dos prodigios permanecen incrédulos y no te escuchan, saca del Nilo un poco de agua y derrámala en la tierra; y al caer en la tierra, el agua que saques del Nilo se convertirá en sangre”.
Moisés dijo al Señor: “Perdóname, Señor, pero yo nunca he sido una persona elocuente: ni antes, ni a partir del momento en que tú me hablaste. Yo soy torpe para hablar y me expreso con dificultad”. 11 El Señor le respondió: “¿Quién dio al hombre una boca? ¿Y quién hace al hombre mudo o sordo, capaz de ver o ciego? ¿No soy yo, el Señor? 12 Ahora ve: yo te asistiré siempre que hables y te indicaré lo que debes decir”. 13 Pero Moisés insistió: “Perdóname, Señor, encomienda a otro esta misión”. 14 El Señor se enojó con Moisés y exclamó: “¿Acaso no tienes a tu hermano Aarón, el levita? Yo sé que él tiene facilidad de palabra. Ahora justamente viene a tu encuentro, y al verte se llenará de alegría. 15 Tú le hablarás y harás que sea tu portavoz. Yo os asistiré siempre que habléis, y os indicaré lo que debéis hacer. 16 Él hablará al pueblo en tu nombre; será tu portavoz y tú serás un dios para él. 17 Lleva también en tu mano este bastón, porque con él realizarás los prodigios”.
18 Luego Moisés se alejó de allí y al regresar a la casa de Jetró, su suegro, le dijo: “Permíteme volver a Egipto, donde están mis hermanos. Quiero ver si viven todavía”. Jetró le respondió: “Puedes ir en paz”.
El Señor dijo a Moisés en Madián: “Regresa a Egipto, porque ya han muerto todos los que querían matarte”. 20 Moisés tomó a su mujer y a sus hijos, los hizo montar en un asno, y emprendió el camino de regreso a Egipto. En su mano llevaba el bastón de Dios.

COMENTARIO BÍBLICO

A pesar de su privilegiada situación en la corte, Moisés no olvidaba su condición racial y se dispuso a tomar venganza del opresor de su pueblo. La actitud de su compatriota hebreo demuestra hasta qué punto había llegado el desaliento de los israelitas por culpa de la opresión.

No sabemos con certeza la localización de los madianitas, aunque en general se les sitúa en la península del Sinaí. Se trata de un pueblo semita, de beduinos. También entre ellos Moisés defiende la causa de los oprimidos ahuyentando a los pastores que abusaban de las hijas de Reuel.

El protector y suegro de Moisés recibe en este texto dos nombres: Reuel y Jetró. Puede que Reuel sea el nombre de su clan y Jetró su nombre real.

Aunque Moisés pasó mucho tiempo con los madianitas, el nombre que da a su hijo significa “extraño aquí”, lo que demuestra que no se sentía como uno más entre ellos.

El monarca egipcio cuya muerte se anuncia en el texto sería Seti I, en el año 1290 a.C. Como es típico entre los pueblos del Próximo Oriente, las naciones sometidas aprovechan la ocasión de la muerte del monarca impopular como signo de rebelión. Según esto, podemos estar seguros de que los hebreos esclavizados habían llegado a un punto en que bastaba que alguien tomase la dirección para liberarlos de su yugo. Además, el nuevo faraón no tardaría en revelarse como un constructor mucho más enérgico que su predecesor.

Horeb es el nombre que se da aquí al monte Sinaí.

El ángel del Señor puede ser Dios mismo o un ángel suyo.

El origen de la Biblia se sitúa en esta tradición oral de la manifestación de Dios a Moisés. Como un teólogo ha dicho, “de Dios se supo a raíz de un conflicto laboral”, y en ese conflicto Dios se sitúa al lado de los oprimidos.

Dios dice a Moisés “yo estaré contigo”, fórmula que aparece aquí por primera vez y se repetirá en la llamada a jueces, a profetas e incluso en la misión de los apóstoles.

En respuesta a la pregunta de Moisés por su nombre, Dios responde esa fórmula enigmática, “yo soy el que soy”, que es el origen del título divino Yahvé. Se puede interpretar como “el que hace ser” o como una negativa a revelar su nombre, ya que entre los antiguos semitas se suponía que quien conocía un nombre tenía poder sobre el ser que lo llevaba, con lo cual Dios no da su nombre a la persona y reafirma su diferencia trascendente. Por reverencia al nombre Yahvé se empezó a usar el de Adonay (“Señor mío”). En griego Yahvé se tradujo como Kyrios y en latín como Dominus. La forma “Jehová” resulta de una lectura errónea y no es justificable su uso.

El Dios que se revela a Moisés es el Dios de Abraham, de Isaac y de Jacob, insistencia esta que manifiesta que no se trata de un nuevo Dios.

Dios expone a Moisés su misión: sacar a los israelitas de Egipto, sabiendo que el faraón se opondrá y que Dios hará prodigios en su favor.

Moisés duda por la recepción que le dispensará su pueblo, a lo que Dios responde con unos signos físicos como garantía de la protección divina, y también duda de su idoneidad para liderar al pueblo (torpeza al hablar). Dios le asigna como portavoz (literalmente, “su boca”) a su hermano Aarón, que se limitará a comunicar el mensaje que le dé Moisés o Dios mismo. Al final Moisés ruega a Dios que se busque a otro, pero su ruego no será escuchado.

Con la bendición de su suegro Jetró, Moisés retorna a Egipto con su mujer y sus hijos.

COMENTARIO MISIONERO

Texto misionero de principio a fin: Moisés sale de su situación privilegiada y ve la realidad, que es de opresión para su pueblo. Y en esa opresión encuentra a Dios, porque Dios está con los necesitados, con los oprimidos. En la Iglesia participan no los buenos, sino los necesitados.

El primer camino de Moisés es el de la violencia que no conduce a nada. Y huye. Pero se trata de cambiar las cosas desde dentro: huyendo no se va a ninguna parte. A veces tomamos caminos equivocados, como Moisés al inicio. También gritamos. Dios escucha y reacciona. Y Dios le quiere por otros caminos y métodos. Moisés pasa de la violencia al liderazgo, con una motivación extra: la fuerza de Dios que ha elegido ese pueblo. Se trata de cambiar las cosas desde dentro: huyendo no se va a ninguna parte. Eso sí, ser profeta en la propia tierra es difícil. Es más fácil irse fuera que ser significativo en el propio ambiente.

Moisés es alguien bien preparado (como lo será San Pablo), con una formación sólida y con conciencia de la justicia (se ve cuando defiende al hebreo y a las hijas de Jetró). Son personas que son puente entre culturas y a la vez no pierden su identidad: en el caso de Moisés, a pesar de la educación egipcia y de vivir entre madianitas no olvida que es hebreo. Lo que además conoce bien son sus límites, y por eso le surgen dudas. Además, sabe que encontrará dificultades tanto dentro como fuera de su pueblo. Tiene miedo y pide pruebas. A Moisés le cuesta decidirse y aceptar la voluntad de Dios. El largo diálogo con Dios va a ser clarificador, pero en última instancia Moisés está obligado a decidir sin terminar de ver claro.

Moisés hace el balance entre sus límites y la fuerza de Dios, y en su debilidad Dios va a manifestar su fuerza. “Cuando soy débil, entonces soy fuerte.”

Ni los egipcios (opresión), ni los hebreos (peleas entre ellos), ni los madianitas (los pastores utilizan la fuerza contra las hijas de Jetró) son el mundo justo ideal. Lo que construimos los humanos no es justo. Ha pasado y seguirá pasando. El llamado “Primer Mundo” se ha forjado así, pisoteando a otros. Hay otros países que están en crisis desde siempre. Precisamente por eso hay que moverse. De hecho el Éxodo es un libro de esperanza: donde parece no haber caminos surgirán, y esos caminos conducen a la liberación.

Los conflictos laborales están a la orden del día. Al final el gran conflicto es entre los que tienen el poder y el pueblo. Dios se manifiesta ahí liberando a los oprimidos de su esclavitud y a los opresores de la opresión que ejercen. Conflicto laboral actual por la crisis: los grandes medios nos han convencido de la necesidad de ajustes, y nos los tragamos. Los mismos obreros renuncian a derechos laborales que ha costado años conseguir, invocando la “solidaridad”.

Necesidad de un cambio de paradigma global: no se trata de dar la vuelta a la tortilla, sino de un cambio de mentalidad.
Moisés hará todo el camino por el desierto hasta ver la Tierra Prometida, pero no entrará en ella. Parece una injusticia, pero en ese tiempo Moisés va a descubrir que su tierra prometida es Dios.

¿Y yo? Todo esto parecen historias para otros, pero cada uno de nosotros tiene Dios una misión. Eso sí, nos montamos excusas cuando nos sabemos llamados.

¿Qué mundo vamos a dejar a nuestros hijos? Pero hay otra pregunta aún mejor: ¿Qué hijos vamos a dejar a nuestro mundo? Vemos a los jóvenes de hoy, que son el futuro, y no nos dan mucho entusiasmo. Y sin embargo, no vemos la situación sin salida: hay esperanza en que algo nuevo surgirá. La crisis se vuelve oportunidad.

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