jueves, 23 de octubre de 2014

La misión en los tiempos del ébola

Hemos colgado hace pocos días un breve artículo de Girolamo ("Jerónimo"), el javeriano que estuvo en Murcia y ahora sigue en Sierra Leona. Aquí ampliamos esas noticias con un artículo más largo y de gran interés.
 
Makeni, 13 Octubre 2014

Queridos amigos:

Hace ya más de un mes que he regresado a Sierra Leona tras un periodo de vacaciones en Italia.

Cuando dejé la misión en junio el virus del ébola había alcanzado la provincia del sur del país, proveniente de Guinea y Liberia, los dos únicos países que tienen frontera con Sierra Leona. Mientras estaba de vacaciones, en julio, se ha extendido también en la provincia del norte, donde se encuentra la mayor parte de los misioneros javerianos. Esto ha empujado al presidente Ernest Koroma a declarar el estado de emergencia, a suspender todas las actividades sociales como el cine, torneos de fútbol, reuniones religiosas o civiles, y a hacer intervenir al ejército para controlar la situación porque en algunos hospitales los enfermos habían rechazado las curas y habían huido.

He tenido por tanto ocasión de observar esta realidad desde dos puntos de vista diferentes.

Primero he observado el ébola desde el punto de vista de Europa, preocupada sobre todo de no contagiarse por esta epidemia; las imágenes que la televisión ofrecía y que presentaban las terribles consecuencias del contagio, sin duda ciertas, daban la impresión que en Sierra Leona no se pudiese ya vivir, que el virus estuviese presente en todos los ángulos del país  y que la vida fuese imposible para todos. Las imágenes concentradas en los hospitales y en los enfermeros vestidos como astronautas no permitían tener una visión más amplia del país que, a pesar de la seriedad de la tragedia, seguía viviendo.

Ahora mi punto de vista ha cambiado: me encuentro en la ciudad de Makeni, en el distrito de Bombali, provincia del norte, donde el virus ha dejado ya al menos 300 víctimas. Desde aquí observo, además de las imágenes ya vistas en los documentales y en los noticieros italianos, otras imágenes de una vida normal que continúa dentro de los límites que la epidemia impone. La gente ha aprendido a vivir con esta amenaza y, a pesar de la seriedad de la situación, es consciente que hace falta seguir adelante.

Las autoridades políticas y sanitarias continúan luchando, con los pocos medios a disposición y con personal limitado, para reducir la difusión del virus. Algunas ayudas empiezan a llegar también de la comunidad internacional.

Los javerianos y nuestros parroquianos estamos más tranquilos que al inicio de la epidemia, gracias a un mayor conocimiento de las modalidades de transmisión del contagio que se puede evitar adoptando sencillas medidas de seguridad: una medida muy útil es evitar todo contacto físico, porque entrando en contacto con los fluidos del cuerpo del enfermo es fácil el contagio; no nos apretamos la mano para saludar, se han suspendido los funerales por ser lugar de encuentro de mucha gente, se evita también lavar los cuerpos de los difuntos, que son muy contagiosos y que son sepultados por un grupo de voluntarios, vestidos y preparados para este fin; el gesto de la paz en la iglesia y la comunión en la boca son en este momento un recuerdo del pasado.

La Diócesis y los javerianos, tras un primer momento de desconcierto, hemos llegado a estas dos conclusiones:

Ante todo la convicción que es necesario ejercitar la virtud de la prudencia, evitando lugares donde el riesgo de contagio es alto;

En segundo lugar hemos entendido que no se puede permanecer como espectadores pasivos frente a este drama; de estas reflexiones ha surgido espontánea una pregunta: ¿qué podemos hacer para ayudar a quienes han sido afectados por el virus?

La Diócesis se ha orientado a ayudar a las familias que han sido puestas en cuarentena porque han perdido un ser querido a causa del ébola.

Todas las personas que han tenido contacto con pacientes de ébola son aisladas en casa durante 21 días. Durante este periodo son vigiladas por soldados y policías. No les está permitido salir del patio que rodea la casa. Cada vez que un miembro de esta familia se contagia del ébola  y muere, la cuarentena reinicia de nuevo. Una familia de un pueblo donde hay una comunidad cristiana está aislada desde agosto, si ninguno se enferma deberían ser liberados el 15 de octubre, ¡50 días después de haber sido aislados!

Esta segregación es un gran problema porque muchas familias no tienen ahorros ni reservas de comida en casa. A la mañana se acercan al mercado a vender, o van al bosque a recoger leña o bien otras actividades productivas que les permitan ganar algo para comprar, al atardecer, los ingredientes que necesitan para cocinar aquel día: el encierro en casa significa no poder desarrollar estas actividades y por tanto no comer.

El padre Natale, Administrador Apostólico,  ha dado a las parroquias de la Diócesis dinero para ayudar a estas familias, y también nuestra comunidad parroquial ha querido expresar su solidaridad llevando dones durante la procesión de las ofrendas en la misa del domingo: sacos de arroz, cebollas, sal, carbón, dados, agua, leche en polvo para los bebés…

Durante la semana visitamos a las familias “secuestradas” para conocer su situación y el día después regresamos con los alimentos que hemos recibido de los parroquianos o comprados con los fondos donados.

El equipo está formado por el javerianos filipino Patrick Santianez, algún miembro de la comunidad que desea echar una mano y yo.

Cuando llegamos cerca de la casa nos detenemos a una distancia prudencial, para evitar cualquier contagio, pedimos noticias sobre los miembros de la familia que están enfermos y que han sido llevados a los centros sanitarios y animamos a la familia a tener paciencia, porque como dice el proverbio krio: “ hawevar tin tranga tete, i de dìn” (por difícil que sea una situación, acabará). Rezamos con y por ellos y al final les damos los dones recibidos.

Es un momento muy sencillo y al mismo tiempo muy bello, porque para ellos es un signo de esperanza en un momento de desesperación. Aunque sufran mucho por la pérdida de sus seres queridos, (en una de las familias ayudadas, de 20 que eran han sobrevivido 6) no se sienten completamente abandonados y saben que pueden transcurrir la cuarentena con la certeza de que la comunidad no les ha abandonado y está dispuesta a ayudarles.

No hay comentarios:

Publicar un comentario