domingo, 4 de mayo de 2014

Japón, una Iglesia que quiere crecer

Entrevista a Jesús Morales, misionero javeriano que tras 22 años en Japón ha llegado a España para integrarse en la comunidad javeriana de Madrid.

¿Jesús, cuál ha sido tu trabajo principal en estos años?
 
Mi trabajo principal, además de intentar balbucear la lengua, ha sido intentar convivir con el pueblo japonés, compartiendo vida y fe, intentar mirar las cosas con otros ojos distintos de los europeos, saborear su cultura. Sí, ello es un trabajo arduo y difícil, no siempre fácil de digerir y no exento de fatiga.
Me he movido en cuatro zonas pastorales (provincias de Kagoshima, Miyazaki, Osaka y Wakayama) con sus diferencias y atractivos. Ha sido una actividad teniendo como centro la comunidad parroquial… actividad rica y variada, pues no ha faltado ni el contacto con un leprosario (parroquia de Kanoya) en donde vivían mas de 40 cristianos, ni el contacto con el mundo de la escuela infantil (también en Kanoya), ni las visitas a las familias (Miyanojo y Wakayama).
Pero en el fondo ha sido sobre todo un trabajo de “presencia” = una vela que intenta estar siempre encendida (aunque tal vez su luz no alcance muy lejos). Y una vela que está encendida se consume poco a poco siendo luz para los demás (incluso si muchas veces no se percibe a nadie alrededor). Por eso decía que es sobre todo un trabajo de “presencia”, sin ruido.
Muchas veces se dice que la presencia del misionero en Japón es una siembra sin esperar a la cosecha. Cierto, pero me atrevería a decir que más que siembra es un simple dejar caer la semilla, aquí y allá, con la confianza en que Dios la hará germinar.
 
¿En qué ámbitos más significativos trabajan los javerianos?
 
El ámbito que más personal acapara es la actividad con la comunidad cristiana o parroquial. Pero hay otras muchas actividades que no por tener menos personal son menos importantes: la dirección de numerosos colegios infantiles, la enseñanza en la escuela o en la universidad, el dialogo intercultural e interreligioso…
Quizás las palabras necesiten alguna explicación. Hablar de “parroquia” tiene un significado un poco distinto del que le podemos dar aquí. No se trata de un rincón en donde tú tienes un grupo de cristianos con los que compartir tu vida, sino de una zona pastoral (normalmente una ciudad entera) en donde intentas (junto con el reducido número de cristianos que allí viven) compartir y hacer vivo el mensaje de Jesús en medio de la gente del lugar.
Lo mismo se podría decir de la actividad en la escuela (sobre todo en la escuela infantil). No es una escuela para cristianos. Comenzando por los profesores, el 99% de las familias que traen a sus hijos a la escuela católica no son cristianos. Ello facilita un contacto de primer anuncio valiosísimo, no solo con los niños, sino sobre todo con las familias de los mismos.
 
¿Qué has aprendido del pueblo japonés?
 
A la típica pregunta, se podía dar la típica respuesta: he recibido más de lo que he dado. No deja de ser cierto. Pero no se trata de dar o recibir, sino de compartir. Aunque uno descubra muchos valores en otra persona o cultura, en el fondo uno sigue siendo lo que era. Uno comparte, asimila o al menos lo intenta. Pero uno sigue siendo gallego.
Cierto que el pueblo japonés, como en todos los sitios, ha cambiado enormemente en estos últimos años y muchos de sus valores también han entrado en crisis. Pero es un pueblo en donde la solidaridad y la paciencia son puestas a prueba continuamente. Solidaridad en el momento del sufrimiento sobre todo por causas naturales a las que está tan acostumbrado. Paciente para, juntos, renacer de las propias cenizas. Decimos que después de un invierno llega una primavera. Sería mejor decir que después de un invierno se puede construir una nueva primavera. No es una paciencia que espera, sino que construye aunque sea lentamente.
Y en todo ello se intenta no ser una carga para el otro. En general, el japonés evitar el transmitir una sensación de problema, es decir, que oculta el propio problema para no ser un problema para el otro.
 
¿Cuáles pueden ser los rasgos más atractivos del cristianismo para los japoneses?
 
Se me hace difícil definir unos rasgos que puedan ser más o menos atractivos para el pueblo japonés. El cristianismo, a pesar de su minoría, es bien aceptado, es apreciado. El hecho de no hacerse cristianos no significa un rechazo. La religión se considera asunto personal y las motivaciones para dar un paso hacia la conversión suelen ser de lo más variadas.
La curiosidad por conocer no tanto el cristianismo, sino la figura de Jesús, hace que sea relativamente fácil tener algún grupo de reflexión o lectura comentada de la Biblia.
Muchos rasgos, como la solidaridad o voluntariado, aunque si tienen un origen en ambientes cristianos, ya forman parte del mundo japonés. Voluntariado con los sin techo, en las residencias de ancianos,… o en momentos de desastres naturales. “Por las obras los conoceréis”.
 
¿Cuáles son los desafíos a los que se enfrenta el cristianismo en Japón?
 
Un vaso lleno de agua hasta la mitad se puede ver de dos maneras: medio vacío o medio lleno.
Como personas somos tentados a ver las cosas sobre todo del lado negativo. Digamos que vemos el vaso “medio vacío”. El escaso número de cristianos (un 1% si sumamos las comunidades protestantes) y una baja participación de la gente joven (por motivos de trabajo, estudio, familiar, etc.) nos invitan a pensar que es hora de cerrar el local y cambiar de lugar. Y sin embargo, un vaso que vemos aun “medio lleno” crea, no ilusiones ficticias sino esperanza.
Como he dicho, la religión para un japonés es algo de ámbito privado más que comunitario. Alguna vez alguien ha comparado el cristianismo en Japón como un bonsái (un árbol muy bonito pero en miniatura). Quizás tenga algo de razón. Pero un bonsái solo se consigue si se podan sus ramas y sus raíces con frecuencia.
La iglesia del Japón no quiere ser bonsai, quiere crecer, necesita crecer. Pero para ello sus raíces y sus ramas deben crecer sin miedo y sobre todo desde dos puntos de vista:
- Salir de sí misma, del vaso que la encierra. Ser evangelizadora. A nivel individual se podrían enumerar y elogiar innumerables actividades, pero que muchas veces no tienen eco a nivel comunitario. El gozo, también el de la fe, o se comparte o desaparece.
- Dejar que salga de sí misma. Una uniformidad a ultranza no deja espacio a la creatividad, o reduce la creatividad solo al ámbito que le viene propuesto.
Las comunidades, aunque pequeñas en número, se preparan para mantenerse en pie y seguir adelante, no solo ante la escasez de agentes de pastoral siendo éstos además de edad avanzada, sino también ante el alejamiento del sector más joven incluso entre los adultos. Ello hace que esté surgiendo un laicado cada vez más activo (pero en general de avanzada edad).
Sin embargo pienso que no se trata solo de mantener (ello sería preparar el propio funeral), sino que, como comunidad, el centro no debe estar en sí misma, sino en las personas de fuera. Ese es un gran desafío que tendrá que afrontar. Incluso, solo así podrá despojarse de la posible carga de rostro extranjero, que indudablemente aun persiste.

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