lunes, 8 de abril de 2013

Oración misionera, 14 de abril


La Pêche Miraculeuse
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
Acción de gracias por la semana transcurrida

Oración inicial

Señor, tú sabes que siempre te quise
y que te sigo queriendo;
tú sabes que te quiero.

A pesar de mi soberbia y orgullo,
a pesar de mis miedos e infidelidades,
y de mis quejas permanentes,
tú sabes que te quiero.

A pesar del cansancio y abandono de tantos días,
a pesar de mi cabeza vacía y dura,
y de mi corazón de piedra,
tú sabes que te quiero.

A pesar de que me cuesta adivinarte entre la gente,
a pesar de lo torpe que soy
para verte vestido de pobre,
tú sabes que te quiero.

A pesar de mis dudas de fe,
de mi vacilante esperanza,
y de mi amor posesivo,
tú sabes que te quiero.

A pesar de las bravuconadas de algunos días
y de la apatía y desgana de otros,
a pesar de mis pies cansados,
tú sabes que te quiero.

A pesar de mis entrañas yermas
de mi rostro destemplado,
y de mis manos sucias,
tú sabes que te quiero.

A pesar de que me cuesta quererme a mí mismo,
a pesar de que no siempre te entiendo,
a pesar de los líos que presiento,
tú sabes que te quiero.

Yo te quiero, Señor,
porque tú me quisiste primero
y no renegaste de mí
a pesar de ser torpe y frágil.

Yo te quiero, Señor,
porque siempre confías
en las posibilidades que tengo
de ser, junto a ti,
aquí en mi puesto,
servidor fraterno.

(Florentino Ulibarri)

 
Evangelio del domingo (San Juan 21,1-19)

 En aquel tiempo, Jesús se apareció otra vez a los discípulos junto al lago de Tiberíades. Y se apareció de esta manera: Estaban juntos Simón Pedro, Tomás apodado el Mellizo, Natanael el de Caná de Galilea, los Zebedeos y otros dos discípulos suyos.

Simón Pedro les dice: "Me voy a pescar."

Ellos contestan: "Vamos también nosotros contigo."

Salieron y se embarcaron; y aquella noche no cogieron nada. Estaba ya amaneciendo, cuando Jesús se presentó en la orilla; pero los discípulos no sabían que era Jesús.

Jesús les dice: "Muchachos, ¿tenéis pescado?"

Ellos contestaron: "No."

Él les dice: "Echad la red a la derecha de la barca y encontraréis."

La echaron, y no tenían fuerzas para sacarla, por la multitud de peces. Y aquel discípulo que Jesús tanto quería le dice a Pedro: "Es el Señor."

Al oír que era el Señor, Simón Pedro, que estaba desnudo, se ató la túnica y se echó al agua. Los demás discípulos se acercaron en la barca, porque no distaban de tierra más que unos cien metros, remolcando la red con los peces.

Al saltar a tierra, ven unas brasas con un pescado puesto encima y pan. Jesús les dice: "Traed de los peces que acabáis de coger."

Simón Pedro subió a la barca y arrastró hasta la orilla la red repleta de peces grandes: ciento cincuenta y tres. Y aunque eran tantos, no se rompió la red.

Jesús les dice: "Vamos, almorzad."

Ninguno de los discípulos se atrevía a preguntarle quién era, porque sabían bien que era el Señor. Jesús se acerca, toma el pan y se lo da, y lo mismo el pescado. Ésta fue la tercera vez que Jesús se apareció a los discípulos, después de resucitar de entre los muertos. Después de comer, dice Jesús a Simón Pedro: "Simón, hijo de Juan, ¿me amas más que éstos?" Él le contestó: "Sí, Señor, tú sabes que te quiero." Jesús le dice: "Apacienta mis corderos." Por segunda vez le pregunta: "Simón, hijo de Juan, ¿me amas?" Él le contesta: "Sí, Señor, tú sabes que te quiero." Él le dice: "Pastorea mis ovejas." Por tercera vez le pregunta: "Simón, hijo de Juan, ¿me quieres?" Se entristeció Pedro de que le preguntara por tercera vez si lo quería y le contestó: "Señor, tú conoces todo, tú sabes que te quiero." Jesús le dice: "Apacienta mis ovejas. Te lo aseguro: cuando eras joven, tú mismo te ceñías e ibas adonde querías; pero, cuando seas viejo, extenderás las manos, otro te ceñirá y te llevará adonde no quieras." Esto dijo aludiendo a la muerte con que iba a dar gloria a Dios. Dicho esto, añadió: "Sígueme."

 
Comentario al evangelio 

- Los apóstoles han vuelto a su quehacer cotidiano, como si el paso de Jesús por sus vidas no hubiese significado nada ¿O quizá sí? Porque los que formaron comunidad con él ahora pescan juntos. En todo caso, no todos están aún entrenados para reconocer a Jesús. 

- Jesús se muestra en la abundancia, como en la primera pesca milagrosa (Lc 5,1-11). No solo el dolor es la “llave santa de su santa puerta” (Gabriela Mistral): también la belleza, la alegría, la abundancia… A ellas estamos llamados. 

- ¿Quién es el más importante: el que tiene poder o el que ama? Para tener un ministerio en la iglesia se necesita ante todo saber por quién se hace y aprender de él a amar. Y la misión entra en esta lógica.

 
Silencio meditativo

Meditaciones compartidas

Oración final (para leer por un solista)

En el lago pescaban los discípulos.
- ¿Recuerdas, Juan, cuando él acompañaba?
¿Te acuerdas de sus gestos, de sus signos?
Aquel día… ¡de peces qué redada!
La noche entera en brega y en fatiga,
y el frío de la noche… pero nada.
Navega mar adentro, lo que dijo,
y echad la red con fe y fuerte confianza.

-No pude resistirme ¡Qué poder
tenía su palabra! –“en tu palabra”-.
Pedro se entristecía, recordaba…
Estaban fatigados en al noche,
los miedos y las dudas en el alma.
Los siete pescadores galileos
marcados por el frío y la añoranza.

- “Muchachos, no sabéis, echad de nuevo
la red a la derecha de la barca”.
Y de nuevo la pesca milagrosa,
y de nuevo renace la esperanza,
y nuevamente Juan lo reconoce,
y Pedro nuevamente se echa al agua.
Lo de Juan fue intuición y fue la fe,
lo de Pedro fue gran corazonada.
Y después el reencuentro y el recuento,
el pan partido, y el pez sobre las brasas.
 
- “Aparta de mí, soy pecador”,
te dije aquella vez, porque temblaba.
Pero ya no te apartes más de mí,
porque lejos de ti mi luz se apaga.
Ahora iré yo a ti, donde tú estás,
arrópame, Jesús, con tu mirada.
Perdóname, Jesús, una vez más,
ahora seré yo quien con mis lágrimas
lave tus pies, tus manos, si me dejas,
y ponga suave bálsamo en tus llagas.

Y quiero confesar mi amor por ti,
que yo te amo, Señor, con toda mi alma,
tú lo sabes bien, tú sabes que te amo,
te quiero más que a nadie, más que a nada.

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