lunes, 24 de febrero de 2014

Lectura misionera de la Biblia

HISTORIA DE ABSALÓN

TEXTO BÍBLICO (pasajes escogidos de 2 Samuel 13-19)

 Absalón, hijo de David, tenía una hermana muy guapa, llamada Tamar, y Amnón, hijo de David, se enamoró de ella tan apasionadamente, que se puso enfermo por ella, la forzó violentamente y se acostó con ella. Después sintió un terrible odio hacia ella, un odio mayor que el amor que le había tenido, y le dijo: “¡Levántate, vete!” Pero ella le suplicó: “¡No, hermano; despacharme ahora sería una maldad más grave que la que acabas de hacer conmigo!” Pero él no le hizo caso; llamó a un sirviente y ordenó: “¡Echa a ésa a la calle! ¡Y ciérrale la puerta!”

Absalón no dirigió una palabra ni buena ni mala a Amnón, pero le guardó rencor por haber violado a su hermana Tamar.

Dos años después Absalón preparó un banquete regio y ordenó a sus criados: “Fijaos, cuando Amnón esté ya bebido y yo os dé la orden de herirlo, lo matáis, sin miedo ninguno; os lo mando yo. ¡Ánimo, sed valientes!” Los criados de Absalón cumplieron sus órdenes.

El rey ordenó: “Que Absalón se vaya a su casa, porque no quiero recibirlo.” Absalón volvió a su casa, sin ser recibido por el rey. Absalón residió en Jerusalén dos años sin ser recibido por el rey.

Absalón dijo a Joab, general de David: “Quiero que el rey me reciba, y si soy culpable, que me mate.” Joab fue a decírselo al rey. El rey llamó a Absalón, que se presentó ante él y le hizo una reverencia rostro en tierra, y el rey abrazó a Absalón.

Absalón se agenció inmediatamente una carroza, caballos y cincuenta hombres de escolta. Se ponía temprano junto a la entrada de la ciudad, llamaba a los que iban con algún pleito al tribunal del rey y les decía: “¿De qué población eres?” El otro respondía: “Tu servidor es de tal tribu israelita.” Entonces Absalón decía: “Mira, tu caso es justo y está claro; pero nadie te va a atender en la audiencia del rey.” Y añadía: “¡Ah, si yo fuera juez en el país! Podrían acudir a mí los que tuvieran pleitos o asuntos y yo les haría justicia.” Y cuando se le acercaba alguno postrándose ante él, Absalón le tendía la mano, lo alzaba y lo besaba. Así hacía con todos los israelitas que iban al tribunal del rey, y así se los iba ganando. Al cabo de cuatro años, Absalón dijo al rey: “Déjame ir a Hebrón, a cumplir una promesa que hice al Señor, porque cuando estuve en Guesur de Siria hice esta promesa: Si el Señor me deja volver a Jerusalén, le ofreceré un sacrificio en Hebrón.” El rey le dijo: “Vete en paz.” Absalón emprendió la marcha hacia Hebrón, pero despachó emisarios a todas las tribus de Israel con este encargo: “Cuando oigáis el sonido de la trompeta decid: ¡Absalón es rey de Hebrón!” La conspiración fue tomando fuerza, porque aumentaba la gente que seguía a Absalón. Pero uno llevó esta noticia a David: “Los israelitas se han puesto de parte de Absalón.” Entonces David dijo a los cortesanos que estaban con él en Jerusalén: “¡Ea, huyamos! Que si se presenta Absalón, no nos dejará escapar.” David subió la Cuesta de los Olivos; la subía llorando, la cabeza cubierta y los pies descalzos. Y todos sus acompañantes llevaban cubierta la cabeza, y subían llorando. Y Absalón entró en Jerusalén. Entonces le instalaron a Absalón una tienda en la azotea, y se acostó con las concubinas de su padre, a la vista de todo Israel.

El rey David dio este encargo a Joab, Abisay e Itay: “¡Cuidadme bien al muchacho, a Absalón!” Y todos oyeron el encargo del rey a sus generales. El ejército de David salió al campo para hacer frente a Israel. Se entabló la batalla en la espesura de Efraín, y allí fue derrotado el ejército de Israel por los de David; fue una gran derrota la de aquel día: veinte mil bajas. La lucha se extendió a toda la zona, y la espesura devoró aquel día más gente que la espada. Absalón fue a dar en un destacamento de David. Iba montado en un mulo, y al meterse el mulo bajo el ramaje de una enorme encina, se le enganchó a Absalón la cabeza en la encina y quedó colgando entre el cielo y la tierra, mientras el mulo que cabalgaba se le escapó. Lo vio uno y avisó a Joab: “¡Acabo de ver a Absalón colgado de una encina!” Joab dijo al que le daba la noticia: “Y si lo viste, ¿por qué no lo clavaste en tierra, y ahora yo tendría que darte diez monedas de plata y un cinturón?” Pero el hombre le respondió: “Aunque sintiera yo en la palma de la mano el peso de mil monedas de plata, no atentaría contra el hijo del rey; estábamos presentes cuando el rey os encargó a ti, a Abisay y a Itay que le cuidaseis a su hijo Absalón. Si yo hubiera cometido por mi cuenta tal villanía, como el rey se entera de todo, tú te pondrías contra mí.” Entonces Joab dijo: “¡No voy a andar con contemplaciones por tu culpa!” Agarró tres venablos y se los clavó en el corazón a Absalón, todavía vivo en el ramaje de la encina. Los diez asistentes de Joab se acercaron a Absalón y lo acribillaron, rematándolo.

Cuando el rey supo la noticia se estremeció, subió al mirador de encima de la puerta y se echó a llorar, diciendo mientras subía: “¡Hijo mío, Absalón, hijo mío! ¡Hijo mío, Absalón! ¡Ojalá hubiera muerto yo en vez de ti, Absalón, hijo mío, hijo mío!” A Joab le avisaron: “El rey está llorando y lamentándose por su hijo Absalón.” Así, la victoria de aquel día fue duelo para el ejército, porque los soldados oyeron decir que el rey estaba afligido a causa de su hijo. Y el ejército entró aquel día en la ciudad a escondidas, como se esconden los soldados abochornados cuando han huido del combate. El rey se tapaba el rostro y gritaba: “¡Hijo mío, Absalón! ¡Absalón, hijo mío, hijo mío!” Joab fue a palacio y dijo al rey: “Tus soldados, que han salvado hoy tu vida y la de tus hijos e hijas, mujeres y concubinas, están hoy avergonzados de ti, porque quieres a los que te odian y odias a los que te quieren. Hoy has dejado en claro que para ti no existen generales ni soldados. Hoy caigo en la cuenta de que aunque hubiéramos muerto todos nosotros, con que Absalón hubiera quedado vivo, te parecería bien. Levántate, sal a dar ánimo a tus soldados, que, ¡vive el Señor!, si no sales, esta noche te quedas sin nadie, y te pesará esta desgracia más que todas las que te han sucedido desde joven hasta ahora.” El rey se levantó.

 
COMENTARIO BÍBLICO

Los capítulos 13 a 20 del segundo libro de Samuel son una especie de comentario a este castigo a David por su pecado: “Así dice Dios, haré que de tu propia casa se alce el mal contra ti. Tomaré a tus mujeres ante tus ojos y se las daré a otro que se acostará con ellas a la luz del sol.”

Amnón es el hijo mayor de David, presunto heredero al trono, y Absalón es el segundo en la línea de sucesión (otro hijo intermedio de David, Kilab, parece haber muerto).

Las ofensas a Tamar son dos: la violación y el posterior repudio, pues aun siendo hermanastros no les estaba vedado el matrimonio. Tamar ha perdido la virginidad y ahora, rechazada, ya no tiene futuro.

David en todo este relato está presentado como alguien incapaz de poner orden en su propia familia.

Absalón es ambicioso. Sin Amnón él es el sucesor del rey, pero parece que no puede esperar, quizá porque cree que lo que ha hecho le ha colocado en una situación desfavorable ante David, y prefiere forzar los hechos. Adopta el estilo de un pretendiente al trono jugando con los resentimientos, enmendando injusticias y presentándose como un príncipe. Absalón prepara la revuelta durante cuatro años. La elección de Hebrón como centro de la intentona golpista hace referencia a que esta ciudad había sido la capital hasta que David la sustituyó por Jerusalem.

Como estrategia, David prefiere la huida inmediata y prepara con calma un ejército que se enfrente a Absalón.

Los generales del ejército de David (Joab, Abisay e Itay) son hombres experimentados y leales.

El “bosque de Efraín” se parece más a una jungla que a un bosque.

La conversación entre Joab y el soldado cuando Absalón queda colgando del árbol sirve para revelar la feroz condición guerrera del general, aunque el razonamiento del soldado parece perfectamente válido.

El dolor que David siente por Absalón es indudablemente sincero, aunque nunca lograron entenderse en vida. Cuando el dolor de David empieza a mostrarse excesivo interviene Joab, hombre duro pero a la vez fidelísimo a David. Logra que David se ponga en pie y con ello retome el poder perdido.

 
COMENTARIO MISIONERO

Otro de esos textos que chirría cuando lo ponemos en relación con nuestra fe en un Dios de Vida, en el Dios de Jesús, por su mucha violencia, por la ambivalencia de los personajes, e incluso por el recuerdo del castigo impuesto por Dios a David a causa de su pecado. Al mismo tiempo en este pasaje todos los personajes nos resultan “antipáticos”: Amnón por su violencia hacia su hermanastra, Absalón por su forma de administrar justicia y llevar sus planes adelante sin contar con los demás, David por su incapacidad para gobernar su familia y para llorar por todos los muertos, no solo por su hijo. Y nos duele mucho la situación de las mujeres en ese tiempo: las hijas de David no entran en la sucesión dinástica y por tanto ni son mencionadas, y si alguna sí aparece, como en el caso de Tamar, es para narrarnos como son es violada y humillada en su propia casa; Absalón se acuesta con las concubinas de su padre sin que hay quien intervenga en su favor…

Necesitamos colocar este texto en su contexto y su tiempo, pero a la vez reconocer que esta guerra aquí descrita es la que cada uno de nosotros lleva en su corazón, de manera más o menos manifiesta: somos capaces de lo mejor y de lo peor. Recordamos el ejemplo de San Pedro: tras ganarse las alabanzas de Jesús porque ha reconocido su identidad merece el calificativo de “Satanás” porque se niega a su camino de pasión y cruz hacia la vida. Incluso nos atrevemos a decir que es una buena imagen de lo que nos sucede como Iglesia: en la familia de David no todo era armonía y dulzura, como tampoco en la familia de Jesús porque en ella a veces se dan actitudes que no nos gustan y sin embargo no por eso dejamos la Iglesia. Jesús ya habló del trigo y la cizaña, que crecen juntos y hasta el final no se pueden arrancar. Así nos sentimos también nosotros.

En concreto en esa ambivalencia mencionamos la doble cara de David: por una parte es capaz de perdonar la vida a sus enemigos (Saúl y Absalón) y por otra es capaz de pisotear a quien ve como un obstáculo para sus planes (Urías); por una parte llora ante la muerte de su hijo Absalón y por otra parece desentenderse de los otros 20.000 muertos de esa batalla; por una parte nos recuerda a Dios Padre con esa espera de la vuelta con vida de su hijo perdido y por otra nos choca su corrupción de costumbres. Para llevar adelante el poder es necesario saber comportarse y tener dotes de gobierno, lo que David no parece lograr ni en su familia.

Y sin embargo uno de su linaje, muchos años después y teniendo en sus raíces toda esta historia del pueblo judío y el Primer Testamento, ha sido capaz de romper el círculo de violencias e indicarnos al Dios de la Vida, que perdona y salva. Hablamos naturalmente de Jesús. Ambos, David y Jesús, lloran en Getsemaní. El primero retomará el poder tras la violencia de una batalla mientras que Jesús y su camino de amor parecen sucumbir ante la violencia. Y sin embargo, aún en la cruz y tras la muerte, Jesús sigue amando. La victoria de la violencia ha sido solo aparente pues quien realmente se ha impuesto ha sido el amor. Jesús nos muestra la plenitud de lo humano. Supera la mentalidad legalista según la cual el enemigo merece morir (y por esa lógica “profesional” del militar Joab muere Absalón) y según la cual la ley está por encima de la situación de las personas  (discusiones sobre el sábado) porque esa mentalidad acaba matando. En la realidad más reciente en España ha sucedido la muerte de al menos 15 inmigrantes que intentaban llegar a nado hasta las costas españolas mientras los cuerpos de seguridad les indicaban dónde estaba la frontera para que no pasasen… Cuando se absolutizan leyes y fronteras el resultado es siempre muerte. Cuando se absolutiza a Dios y con Él lo más profundamente humano el resultado es vida. La lógica de Jesús es la lógica del amor, que alcanza incluso al enemigo. Jesús nos muestra una nueva familia humana, de hermanos (¡bien distinta a lo que se vivía en casa de David!) cuyo Padre común es Dios y donde triunfa el amor.

Hay esperanza para cada uno, a pesar de nuestras ambivalencias, de nuestras luces y sombras, porque dentro de nosotros hay un tesoro de amor y nos parece muy importante reconocerlo para sentirnos salvados y vivir como tales.

Como curiosidad, leemos 2 Samuel 3,2-5, donde se menciona a los primeros hijos de David. Como ya hemos dicho, ninguna niña y solo se nombra un hijo por cada una de las mujeres de David. En esa línea sucesoria, Amnón es el primero y ya hemos visto cómo muere; de Quilab nunca más se vuelve a hablar, Absalón ya hemos visto cómo termina… pero quedan aún tres más en la línea de sucesión ¿Cómo es posible que David elija a Salomón para sucederle, con tantos como tenía por delante? Sin duda esa elección indica una predilección de David por la madre de Salomón sobre las demás, o que esta sabía intrigar en la corte… De hecho Adonías, el cuarto hijo de David mencionado y heredero al trono vista la ausencia de los otros tres, no aceptará esta entronización de Salomón y habrá nuevamente conflicto entre hermanastros (véase el primer capítulo del libro primero de los Reyes, 1 Re 1).

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