viernes, 16 de agosto de 2013

Hay más alegría en dar que en recibir

VERANO 2013 EN MÉXICO

La autora del artículo con niños de Xochitzintla
Esta experiencia ha sido una de las más bonitas de mi vida. Antes de México ya estuve  en tierra de misión, concretamente en Honduras, y esa experiencia dejó en mí una gran huella, la huella de seguir conociendo, de seguir creciendo en Jesús a través del contacto con otras culturas, con la gente sencilla. Como consecuencia de esta experiencia anterior llega México a mi vida. Esta vivencia me ha hecho sentir muy feliz porque cuando una vida se comparte, se pone al servicio del Reino de los más pobres... la vida cambia, el Señor te transforma, te da unos ojos nuevos y un corazón nuevo.

Hemos estado en dos comunidades donde viven indígenas náhuatl: 15 días en Xochitzintla y una semana en Pemuche. Hemos realizado diversas tareas como visitar a las familias, hacer oración por los familiares que se encuentran en otras ciudades, apoyo escolar y juego con los niños… En definitiva, acompañarles en su vida cotidiana. El vivir con los indígenas me ha hecho conocer la cercanía de sus gentes, su cariño, su buena disposición ante el misionero que viene de tan lejos...a través de ellos he conocido la riqueza de ponerse al servicio de los demás, he conocido la riqueza del amor. 
 
Apoyo escolar en Pemuche
Aquí en España, nos preocupamos por cosas que no merecen la pena, mostramos una actitud de insatisfacción, pero a través de las personas de Xochitzintla y Pemuche me he dado cuenta que los que más saben y valoran las cosas importantes, son las personas sencillas. Tal vez no posean tantas cosas materiales, ni riquezas, pero sí tienen más vida. 
 
Una vez leí una frase que decía que Dios no tiene manos, ni labios, sino que tiene el rostro de las personas que forman parte de nuestra vida. En ese sentido para mí Dios tiene las manos y rostro de Gerardo, Antxón, Elena, Sonia, Pedro, Manuel, Flor, Victoria...y de tantas otras personas que han hecho que esta experiencia sea un regalo de Dios. Desde que he conocido a estas personas ha habido un antes y un después en mi vida y agradezco a todos ellos el hecho de crecer en mí la esperanza por creer que es posible crear un mundo mejor, un mundo que se construye desde el corazón.
 
No todo han sido clases y trabajo...
Me gustaría contagiar, transmitir la belleza de haber encontrado a Jesús en la gente sencilla. En los niños y con la gente del grupo que hemos viajado a tierra mexicana para vivir esta experiencia he sentido la alegría de la Fe. Jesús es el Señor de la Vida y en este viaje a México se ha hecho vida en cada uno de nosotros.

María Martínez Lara

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