martes
primera semana
Is 55,10-11 ● Sal
33,4-19 ● Mt 6,7-15
Vosotros orad así…
Palabra de Dios
D
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ijo Jesús a sus discípulos: «Cuando recéis, no uséis muchas palabras,
como los gentiles que se imaginan que, por hablar mucho, les harán caso. No
seáis como ellos, pues vuestro Padre sabe lo que os hace falta antes de que se
lo pidáis. Vosotros rezad así: Padre nuestro del cielo…». (Mt 6,7-9)
Reflexión
En la oración, el hombre reconoce a Dios y le manifiesta su
sumisión. El que ora, confiesa que Dios es el Señor de su vida. No es propiamente
un “ejercicio piadoso” que también forme parte de la vida y deba hacerse acá y
allá. En la oración el hombre se vuelve expresamente a su origen. Y hay un
camino seguro que preserva de la ilusión y de la vanidad: “Entra en tu aposento
y cierra la puerta…”.
Oración
Invocándote, el enfermo se cura.
R.: Lo que eres se
manifieste, oh Padre.
Pensándote, el pobre se siente rico.
R.: Lo que eres se
manifieste, oh Padre.
Recordándote se ordena nuestra vida.
R.: Lo que eres se
manifieste, oh Padre.
Tu nombre debe transparentarse en tu pueblo
El pueblo de Dios está
llamado a ser transparencia de la santidad del nombre de Dios. El nombre de
Dios es verdaderamente santificado cuando una comunidad se hace transparencia
del amor y de la acción de Dios, y de todas las maravillas que Dios cumple en
medio de su pueblo.
El pueblo ha sido escogido
para que el mundo entero descubra en su vida, en su historia, en su ley y en su
organización, el rostro del verdadero Dios. La Iglesia, como nuevo pueblo, no
está llamada a revelarse a sí misma, sino a revelar el rostro de Dios.
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