Gen 2,7-9; 3,1-7 ● Sal
50,3-6.12-14 ● Rom 5,12-19 ● Mt 4,1-11
La tentación
Palabra de Dios
E
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l Espíritu llevó a Jesús al desierto, para que el diablo lo pusiera a
prueba. Después de ayunar cuarenta días y cuarenta noches, sintió hambre. El
tentador se le acercó entonces y le dijo: «Si eres Hijo de Dios…». (Mt
4,1-4)
Reflexión
Las tres tentaciones son en realidad una sola, pues la
pretensión continua del tentador es hacer que Jesús reniegue de su condición de
Hijo obediente de Dios, manifestada ya en el Bautismo. Es la misma tentación
que se repetirá en la cruz y que atraviesa toda la vida de Jesús: la de un mesianismo
fácil y triunfalista. Jesús, sin embargo, supera las pruebas a las que había
sucumbido Israel y está así en situación de convocar al nuevo pueblo mesiánico
con el anuncio de la Buena Nueva.
Oración
Todo lo debemos a tu bondad.
R.: Lo que eres se
manifieste, oh Padre.
Lo que existe es fruto de tu sabiduría.
R.: Lo que eres se
manifieste, oh Padre.
Todo recibe vida de tu Palabra.
R.: Lo que eres se manifieste,
oh Padre.
Tu nombre se hace sentir en nosotros
El nombre en la Biblia no es
una simple palabra; es parte de la realidad de una persona o de una cosa.
Revela su secreto, manifiesta su identidad. Recibir un nombre es recibir una
identidad.
Sólo Dios puede santificar
su nombre; a nosotros nos corresponde el deber de aceptar, de hacernos signos
de la santidad que Él tiene en sí.
No es que Dios necesite
añadirle algo a la santidad y magnificencia de su nombre. No le falta nada.
Pero su presencia en nosotros no ha llegado a la plenitud, ni se ha completado
su dominio sobre el mundo.
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