tercer
domingo de cuaresma - A
Ex 17,3-7 ● Sal
94,1-2.6-9 ● Rom 5,1-2.5-8 ● Jn
4,5-42
El agua viva
Palabra de Dios
J
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esús, se sentó junto al pozo. Era cerca de mediodía. En esto una mujer
samaritana se acercó al pozo para sacar agua. Jesús le dijo: «Dame de beber».
La samaritana dijo a Jesús: «¿Cómo es que tú, siendo judío, te atreves a
pedirme agua a mí que soy samaritana?» Jesús le respondió: «Si conocieras el
don de Dios y quién es el que te pide de beber, sin duda que tú misma me
pedirías a mí y yo te daría agua viva».
(Jn 4,6-10)
Reflexión
El don de Dios se identifica con el agua viva. Y el agua viva
significa la salvación. Aquel judío que, en la necesidad, pide un poco de agua,
es el único que puede dar aquella agua viva que satisface verdaderamente la
necesidad más radical de toda persona deseosa de una vida que no muere. La samaritana
entiende de forma material y terrena. Y Jesús la corrige: Él es esa agua viva y
definitiva que da al hombre el sentido de la vida y la vida misma.
Oración
Tú, flor perfumada en la semilla de una rosa.
R: Que se realice lo que
Tú quieres, Padre.
Tú, leve movimiento en la aguja de la brújula.
R: Que se realice lo que
Tú quieres, Padre.
Tú, nostalgia de la golondrina que vuela hacia el sur.
R: Que se realice lo que
Tú quieres, Padre.
Se realice tu designio de amor en cada hombre
Hay siempre un proyecto de
amor del Padre para cada hombre. Él es presencia más allá de las presencias.
Está más allá de nuestra condición humana y al mismo tiempo se hace sentir
Padre cercano y lleno de amor.
Se mete en nuestra historia.
Nos alcanza allá donde estamos. Y más que notarlo a nuestro lado, lo notamos en
nuestra vida. Somos hijos en el Hijo y por esta razón lo llamamos “Padre”. Y lo
damos a conocer como Padre.
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