viernes
después de ceniza
Is 58,1-9a ● Sal
50,3-19 ● Mt 9,14-15
El ayuno justo
«E
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l ayuno que yo quiero es éste: que abras las prisiones injustas, que
desates las correas del yugo, que dejes libres a los oprimidos, que acabes con
todas las tiranías, que compartas tu pan con el hambriento, que albergues a los
pobres sin techo, que proporciones vestido al desnudo y que no te desentiendas
de tus semejantes…». (Isaías 58,6-7)
Reflexión
En el buzón de nuestra vida hay siempre una carta de
recomendación: son nuestras obras, las atenciones que tenemos hacia nuestros
hermanos. Debemos pedir con insistencia al Padre que nos dé un verdadero
corazón humano, abierto para poder comprender la pobreza de la gente, su miedo
y su tristeza, el llanto del que vive solo…, para no transformar nuestro ayuno
y nuestra mortificación en un simple juego.
«El tiempo de Cuaresma y, en particular, cada viernes en
memoria de la muerte del Señor, son tiempos particularmente apropiados para los
ejercicios espirituales, las liturgias penitenciales, las privaciones
voluntarias como el ayuno y la limosna y la comunicación cristiana de bienes». (Catecismo de la iglesia – 1438)
Padre nuestro, Padre de todos…
Dios es Padre y es nuestro: esta relación del hombre
con Dios trae consigo una nueva relación con todo ser humano. Ya no estamos
solos sino que, en Jesús, estamos unidos a todos los que caminan hacia el mismo
destino. Padre
de todos
podría expresar universalidad, mientras que Padre nuestro coloca en primer lugar una unión, una pertenencia,
una fraternidad. Hermano es aquel que es amado por el Padre, al igual que yo.
No le puedo engañar con
mañas, ni poseer, ¡sea quien sea! Únicamente le puedo acoger.
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