Témporas de acción de gracias y petición
ORACIÓN
Te alabamos y Te
bendecimos, Padre,
por haber escogido a san Daniel Comboni
como apóstol y testigo de tu amor
por haber escogido a san Daniel Comboni
como apóstol y testigo de tu amor
a los pueblos de África.
Bendice nuestro deseo de seguir
realizando la misión que le has
confiado a él.
Abre nuestros corazones
para que comprendamos
las exigencias de la misión
a la que nos has llamado.
Guía nuestros pasos
para que, a ejemplo de Daniel
Comboni,
podamos dar sin limites
podamos dar sin limites
el amor con el que nos has
llamado
a seguir el espíritu de Comboni.
a seguir el espíritu de Comboni.
Envía tu Espíritu,
para que nos haga capaces
de asumir con valentía y
creatividad
los desafíos de la nueva misión
los desafíos de la nueva misión
para la llegada del Reino en el
mundo de hoy.
Por Cristo Jesús, Buen Pastor.
Amen.
EVANGELIO DE LAS TÉMPORAS (Mateo 7,7-11)
“Pedid y os darán, buscad
y encontraréis, llamad y os abrirán, pues quien pide recibe, quien busca
encuentra, a quien llama se le abre. ¿Quién de vosotros, si su hijo le pide
pan, le da una piedra? ¿O si le pide pescado, le da una culebra? Pues si
vosotros, con lo malos que sois, sabéis dar cosas buenas a vuestros hijos,
¡cuánto más dará vuestro Padre del cielo cosas buenas a los que se las pidan!”
TESTIMONIO MISIONERO
FE, “LA LOCA ”
Así llaman a la pobrecilla... Tiene
unos 30 años. Hace algunos años se fue a la Ciudad de México a trabajar, pero “algo” le
sucedió allí que la dejó traumatizada, y nunca supimos qué cosa concretamente
le pasó; tal vez la drogaron, la violaron, la amenazaron o, simplemente la asustaron. El caso es que
regresó a la misión de Sochiapam ya enferma, y no quería hablar. La primera vez
que fui a su casa, me encontré con una agraciada mujer joven acostada e
inmóvil, con la mirada perdida. Me dirijo a ella con ternura y luego rezo por
ella. La familia me dice entonces que la enferma no oye, pero no es cierto,
porque al terminar la oración le digo a la muchacha bromeando que se va a poner
bien, se va a levantar y va a encontrar un novio muy guapo con el que se va a
casar; en ese momento ella - siempre sin pestañear - comienza a sonreír
dulcemente un rato. Es evidente que no sólo me oye, sino que también me
entiende.
Al principio estuve visitándola
varias veces, y después dejé de hacerlo por un tiempo, pero un día llegan
varias señoras a la casa de la misión, muy asustadas, buscando a uno de los misioneros para que
vaya urgentemente a ver a Fe, la enferma, pues se encuentra muy grave, dicen.
De inmediato se fue con ellas el P. Antonio, el otro misionero de la misión. El
espectáculo que encontró fue algo dantesco. La mujer, toda demacrada, estaba
sentada en el suelo encima de su petate (esterilla para dormir), gritando y
arrojando por el suelo todo lo que lograba alcanzar con sus manos. La pobrecilla
se quitaba la ropa y estaba ya casi desnuda, ¡pero cómo no iba a desnudarse, si
casi todo su cuerpo estaba lleno de llagas y envuelta en sus propios
excrementos...! Su cuerpo, además, era
todo huesos, con sus pómulos
marcados y sus mejillas hundidas.
Fe se encontraba muy mal desde hacía
algún tiempo, así que sus familiares ya no le daban casi de comer, ni la
aseaban ni la bañaban, pues pensaban que
ya se iba a morir... Cuando la familia
de un enfermo cree que éste ya está en las últimas, lo normal es que ya no le
den de comer y lo dejen morir poco a poco de inanición. ¡Pero esta muchacha
tenía hambre y quería comer! Además se sentía incómoda en medio de sus propios
excrementos y adolorida por las llagas de sus espaldas y de sus nalguitas. Por
eso su “locura” se hizo más escandalosa.
El P. Antonio pidió a la familia que
le preparasen agua caliente para asear a Fe, pues los familiares no se
atrevían, porque les daba mucho asco. Cuando el padre se acercó a ella para el
aseo, de repente le arrebata el recipiente y se bebe toda el agua caliente...
Además de hambre tenía sed. Le dio luego unas tortas de maíz para comer, pero
no se las “comió”, sino que las devoró de inmediato, como cuando a un perro
famélico le das un hueso... Al día siguiente el padre volvió a la casa y llevó
a la muchacha medicinas para las llagas y unos plátanos, que se los comió ¡hasta con la cáscara! Un
día en que no estaba nadie en la casa, se levantó, cogió la olla de comida de
la familia y se la comió toda, sin dejar absolutamente nada. Ahora nosotros vamos con frecuencia a la casa
para llevarle comida y darle de comer personalmente; no dejamos que la familia
se la dé, pues no nos fiamos. Ya está
más tranquila, y hasta nos habla. Su cuerpo se está reponiendo y está más
aseada. Para que los familiares no se sientan mal, también a ellos les llevamos
comida. Fe era una mujer bonita y tiene derecho a seguir siéndolo; Dios así lo
quiere. Debe recuperarse, con locura o sin ella.
(P. Damián Bruyel, misionero comboniano, misión de Sochiápam, México)
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