XXIX domingo del tiempo ordinario
Día del DOMUND
Aniversario de la beatificación de María de la Pasión , fundadora de las
Franciscanas Misioneras de María
Señor Jesús,
Tú que guías a la Iglesia
por medio de
tu Espíritu
para conducirnos al Padre:
para conducirnos al Padre:
haz que,
continuando fielmente tu misión,
abramos tus puertas a nuestros hermanos
y seamos la presencia de tu amor;
abramos tus puertas a nuestros hermanos
y seamos la presencia de tu amor;
que anunciemos
de manera convincente,
con las palabras y con la vida,
que Tú eres el único Salvador del mundo;
con las palabras y con la vida,
que Tú eres el único Salvador del mundo;
que demos
testimonio de la fe
con caridad, bondad y ternura,
para que todos puedan encontrarte.
con caridad, bondad y ternura,
para que todos puedan encontrarte.
Te lo pedimos
por intercesión de María,
Madre tuya y nuestra
y Reina de las Misiones. Amén.
Madre tuya y nuestra
y Reina de las Misiones. Amén.
En aquel tiempo, Jesús, para explicar a sus discípulos cómo tenían que orar siempre sin desanimarse, les propuso esta parábola: "Había un juez en una ciudad que ni temía a Dios ni le importaban los hombres.
En la misma ciudad había una viuda que solía ir a decirle: "Hazme justicia frente a mi adversario."
Por algún tiempo se llegó, pero después se dijo: "Aunque ni temo a Dios ni me importan los hombres, como esta viuda me está fastidiando, le haré justicia, no vaya a acabar pegándome en la cara.""
Y el Señor añadió: "Fijaos en lo que dice el juez injusto; pues Dios, ¿no hará justicia a sus elegidos que le gritan día y noche?; ¿o les dará largas? Os digo que les hará justicia sin tardar. Pero, cuando venga el Hijo del hombre, ¿encontrará esta fe en la tierra?"
MENSAJE DEL PAPA PARA EL DOMUND, 3
3. En nuestra época, la movilidad general y la
facilidad de comunicación a través de los nuevos medios de comunicación han
mezclado entre sí los pueblos, el conocimiento, las experiencias. Por motivos
de trabajo familias enteras se trasladan de un continente a otro; los
intercambios profesionales y culturales, así como el turismo y otros fenómenos
análogos empujan a un gran movimiento de personas. A veces es difícil, incluso
para las comunidades parroquiales, conocer de forma segura y profunda a quienes
están de paso o a quienes viven de forma permanente en el territorio. Además,
en áreas cada vez más grandes de las regiones
tradicionalmente cristianas crece el número de los que son ajenos a la
fe, indiferentes a la dimensión religiosa o animados por otras creencias. Por
tanto, no es raro que algunos bautizados escojan estilos de vida que les alejan
de la fe, convirtiéndolos en necesitados de
una “nueva evangelización”. A esto se suma el hecho de que a una gran
parte de la humanidad todavía no le ha llegado la buena noticia de Jesucristo.
Y que vivimos en una época de crisis que afecta a muchas áreas de la vida, no
sólo la economía, las finanzas, la seguridad alimentaria, el medio ambiente,
sino también la del sentido profundo de la vida y los valores fundamentales que
la animan. La convivencia humana está marcada por tensiones y conflictos que
causan inseguridad y fatiga para encontrar el camino hacia una paz estable. En
esta situación tan compleja, donde el horizonte del presente y del futuro
parece estar cubierto por nubes amenazantes, se hace aún más urgente el llevar
con valentía a todas las realidades, el Evangelio de Cristo, que es anuncio de esperanza, reconciliación,
comunión, anuncio de la cercanía de Dios, de su misericordia, de su salvación,
anuncio de que el poder del amor de Dios es capaz de vencer las tinieblas del
mal y conducir hacia el camino del bien.
El hombre de nuestro tiempo necesita una luz fuerte
que ilumine su camino y que sólo el encuentro con Cristo puede darle.
¡Traigamos a este mundo, a través de nuestro testimonio, con amor, la esperanza
donada por la fe! La naturaleza misionera de la Iglesia no es
proselitista, sino testimonio de vida que ilumina el camino, que trae esperanza
y amor.
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