San Daniel Comboni, fundador de los Misioneros
Combonianos y de las Misioneras Combonianas
ORACIÓN
Padre,
que has manifestado en san Daniel Comboni un ejemplo admirable de amor a Ti y a
los pueblos de África, concédenos por su intercesión ser transformados por la
caridad que brota del Corazón traspasado de Cristo, Buen Pastor. Haz que,
imitando su santidad y su celo misionero, nos consagremos enteramente como
comunidad de apóstoles a la regeneración de los más pobres y abandonados para
alabanza de tu gloria. Por Cristo nuestro Señor. Amen.
EVANGELIO DEL DÍA (Lucas 11,5-13)
En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos: "Si alguno de vosotros tiene un amigo, y viene durante la medianoche para decirle: "Amigo, préstame tres panes, pues uno de mis amigos ha venido de viaje y no tengo nada que ofrecerle." Y, desde dentro, el otro le responde: "No me molestes; la puerta está cerrada; mis niños y yo estamos acostados; no puedo levantarme para dártelos." Si el otro insiste llamando, yo os digo que, si no se levanta y se los da por ser amigo suyo, al menos por la importunidad se levantará y le dará cuanto necesite.
Pues así os digo a vosotros: Pedid y se os dará, buscad y hallaréis, llamad y se os abrirá; porque quien pide recibe, quien busca halla, y al que llama se le abre. ¿Qué padre entre vosotros, cuando el hijo le pide pan, le dará una piedra? ¿O si le pide un pez, le dará una serpiente? ¿O si le pide un huevo, le dará un escorpión? Si vosotros, pues, que sois malos, sabéis dar cosas buenas a vuestros hijos, ¿cuánto más vuestro Padre celestial dará el Espíritu Santo a los que se lo piden?"
SOBRE SAN DANIEL COMBONI
El joven
Daniel Comboni tomó parte en una expedición misionera al sur del Sudán en 1858,
donde perdió a casi todos sus compañeros. De vuelta a Europa, junto a la tumba
de San Pedro en Roma concibió el “Plan para la regeneración de África”, que
consistía en querer comprometer a la
Iglesia entera en un esfuerzo unitario en favor de las
Misiones Africanas, y proponía hacer de los africanos, misioneros de su propia
gente.
Después de
intentar en vano implicar a varios Institutos en la realización de su “Plan”,
Daniel Comboni fue inducido a fundar en Verona (Italia) sus propios Institutos
Misioneros. Los Misioneros Combonianos tienen, pues, su origen en el carisma de
san Daniel Comboni, el cual advirtió en el siglo pasado de una manera profética
que toda la Iglesia
debía ser misionera y debía apoyar muy eficazmente la obra de la evangelización
entre los pueblos todavía paganos.
Agobiado por
las enfermedades tropicales y por numerosas pruebas, fallece en Sudán (África)
el 10 de octubre de 1881 a
los 50 años. Su obra continuó floreciendo, porque llevaba el sello de la obra
de Dios. Ahora los Misioneros Combonianos, hombres y mujeres, trabajan especialmente
en África, pero también en América y Asia.
Los jóvenes
que descubren ser llamados por Dios a la vida misionera en la familia misionera
de los Combonianos o de las Combonianas deben estar dispuestos a consagrarse a
las Misiones por toda la vida: como Sacerdotes, dedicados a la primera
evangelización, o como Hermanos y Hermanas, especializados especialmente en
obras sociales.
Todos ellos
deben estar dispuestos a vivir en tierras lejanas, sufriendo penalidades y
peligros por la difusión del Evangelio. “El
verdadero apóstol -diría Comboni- no debe tener miedo a ninguna dificultad, ni
siquiera a la muerte. La Cruz
y el martirio son su triunfo”.
¨
DE LOS
ESCRITOS DE COMBONI
< El primer
amor de mi juventud fue para esta África desdichada, y, dejando todo lo que más
quería en el mundo, vine hace dieciséis años a estas tierras con el fin de
ofrecer mi trabajo para aliviar sus seculares desdichas. Después la obediencia
me hizo volver a Europa, dada mi poca salud… Marché para obedecer, pero dejé
entre vosotros mi corazón, y mis pensamientos y mis afanes siempre estuvieron
con vosotros. Finalmente, hoy, al regresar entre vosotros, he recobrado mi
corazón para abrirlo en vuestra presencia…
Sí, yo soy ya
vuestro padre y vosotros sois mis hijos… Regreso entre vosotros para ya nunca
dejar de ser vuestro y para estar enteramente consagrado para siempre a vuestro
mayor bien. El día y la noche, el sol y la lluvia me encontrarán siempre
dispuesto a atender vuestras necesidades espirituales. El rico y el pobre, el
sano y el enfermo, el joven y el viejo, el amo y el siervo tendrán siempre
igual acceso a mi corazón. Vuestro bien será el mío, y vuestras penas serán
también las mías. El más feliz de mis días será aquel en que pueda dar la vida
por vosotros >.
(De la Homilía de Mons. Comboni al entrar en Jartún).
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