ORACIÓN
Oh Jesús,
autor y consumador
de nuestra fe,
que has querido
que el amor mutuo
sea la
característica distintiva
de tus discípulos,
te pedimos especialmente
por nuestros
queridos hermanos
que en lejanas
tierras se afanan
por la dilatación
de tu Reino.
Fecunda con tu
gracia sus trabajos,
consuélalos en las
tribulaciones,
defiéndelos de
todo peligro
y hazlos cada vez
más dignos de sacrificarse por la gloria de tu Nombre.
Y a nosotros,
por intercesión de
San Francisco Javier,
concédenos la
suerte de participar un día
en sus fatigas y
en sus méritos
para gozar también nosotros de tu felicidad.
(Oración de San
Guido Mª Conforti)
EVANGELIO DEL DÍA (Lucas 13,22-30)
En aquel tiempo, Jesús, de camino hacia Jerusalén, recorría ciudades y aldeas enseñando. Uno le preguntó: "Señor, ¿serán pocos los que se salven?" Jesús les dijo: "Esforzaos en entrar por la puerta estrecha. Os digo que muchos intentarán entrar y no podrán. Cuando el amo de la casa se levante y cierre la puerta, os quedaréis fuera y llamaréis a la puerta, diciendo: "Señor, ábrenos"; y él os replicará: "No sé quiénes sois." Entonces comenzaréis a decir: "Hemos comido y bebido contigo, y tú has enseñado en nuestras plazas." Pero él os replicará: "No sé quiénes sois. Alejaos de mí, malvados." Entonces será el llanto y el rechinar de dientes, cuando veáis a Abrahán, Isaac y Jacob y a todos los profetas en el reino de Dios, y vosotros os veáis echados fuera. Y vendrán de oriente y occidente, del norte y del sur, y se sentarán a la mesa en el reino de Dios. Mirad: hay últimos que serán primeros y primeros que serán últimos."
TESTIMONIO MISIONERO
CUANDO MEDIO DULCE
VALE MÁS QUE LA MEDICINA
Hoy, en Umtata (Sudáfrica), un niño de tres años me ha
desafiado a ser santo. Le trajo una vecina para que le tratara un dolor de
oídos. Me enseñó las marcas de su cuerpo y de su espalda. Ese cuerpo frágil y
pequeño estaba cubierto de las marcas rojas de las palizas que había recibido,
pero su cara permaneció impasible cuando yo solté un lamento de dolor al verlo.
“No es nada nuevo, es la vida”, parecía decirme la mujer con su mirada. Le di
un dulce al niño como gesto de amistad.
El próximo paciente. Otro niño pequeño lleno de sarna
(pequeño ácaros que se meten bajo la piel, causando un dolor tremendo). Preparé
el tratamiento, y con el rabillo del ojo vi que el primer niño le estaba dando
la mitad de su valioso dulce al segundo. Sin pensarlo siquiera, de buen grado,
sin que nadie se lo pidiera.
Ese niño tocó mi alma y me sentí humillada en el fondo de mi
corazón. Había hecho mucho más de lo que yo era capaz de hacer.
Dra. Haidi Schmidt desde Umtata (Sudáfrica)
Publicado en Antena
Misionera, nº 428
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