martes, 1 de abril de 2014

1 de abril de 2014, martes


martes cuarta semana

Ez 47,1-9.12   Sal 45,2-9   Jn 5,1-16

 

El agua: signo de vida

 

Palabra de Dios

 

J

unto a la puerta de las ovejas hay una piscina que llaman en hebreo Betesda. Ésta tiene cinco soportales, y allí estaban echados muchos enfermos, ciegos, cojos, paralíticos.    (Jn 5,2-3)

 

Reflexión

     En la piscina de Betesda, Cristo cura física y espiritualmente a un hombre enfermo desde hacía 38 años. Él esperaba, para ser curado, que alguien lo echara en la piscina cuando se movían las aguas.

     Este hombre, como todos los que estaban bajo los portales de la piscina, representa a la humanidad doliente que ansía el agua de una difícil salvación integral, siempre aplazada hasta el día en que el Padre envió a su Hijo amado a cumplir su voluntad de salvación.

     Y hoy, ¿cuántos son los que me esperan para alcanzar la salvación?

 

Oración

Son pan de todos los días las primeras heladas.

R.: Dánoslo a manos llenas, ¡oh Padre!

Es pan de todos los días el calor del hogar.

R.: Dánoslo a manos llenas, ¡oh Padre!

Es pan de todos los días la lluvia que repiquetea en las ventanas.

R.: Dánoslo a manos llenas, ¡oh Padre!

 

Pan como estímulo a la sobriedad

     Danos hoy el pan. Dios aseguraba a su pueblo en el desierto la comida necesaria para el día. Lo necesario, no lo superfluo que fomenta la codicia del corazón humano. Lo opuesto a la sobriedad es el afán. “No andéis preocupados pensando qué vais a comer o a beber…; buscad ante todo el Reino de Dios y lo que es propio de él” (Mt 6,25.33). Acongojarse es idolatría. No es en el almacenar cosas donde encontramos la seguridad de la vida. “Que nadie guarde nada para mañana” (Ex 16,19). El “Padre Nuestro” nos enseña a tener confianza en el don de Dios.

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