lunes, 7 de abril de 2014

7 de abril de 2014, lunes


lunes quinta semana

Dn 13,1-9.15-17.19-30.33-62   Sal 22,1-6   Jn 8,1-11

 

La adúltera

 

Palabra de Dios

 

J

esús preguntó a la mujer: «¿Dónde están tus acusadores? ¿Ninguno te ha condenado?» Ella le contestó: «Ninguno, Señor». Jesús dijo: «Tampoco yo te condeno. Anda, y en adelante no peques más».

                                                                                                 (Jn 8, 10-11))

Reflexión

     Delante de Dios somos todos pecadores; a pesar de esto, seguimos emitiendo juicios severos sobre los demás en relación con su culpabilidad. Acusando de pecado a los demás, parece que nos sentimos mejores. Nuestra sociedad aparta a los incurables, mete en la cárcel a los delincuentes, señala con el dedo a los pecadores. El Padre usa misericordia, perdona, rehabilita a las personas, regenera nuestras vidas. No en vano Jesús vino a salvar a los pecadores, no a hacerlos perecer.

 

Oración

Por lo que bloquea en nosotros las buenas intenciones.

R.: Necesitamos de tu perdón, ¡oh Padre!

Por no vivir comprometidos.

R.: Necesitamos de tu perdón, ¡oh Padre!

Por vivir a nuestro antojo.

R.: Necesitamos de tu perdón, ¡oh Padre!

 

En la misericordia, haznos misericordiosos

     “Sed misericordiosos como vuestro Padre es misericordioso” (Lc 6,36). La novedad perturbadora no es saber que Dios es misericordioso, sino que nosotros podemos ser misericordiosos como Él. “El amor no consiste en que nosotros hayamos amado a Dios, sino en que Él nos amó a nosotros, y envió a su Hijo para librarnos de nuestros pecados” (1Jn 4,10). Es el Padre quien nos amó primero. Si nosotros amamos y perdonamos es porque Él ha tomado la iniciativa de amarnos y perdonarnos “cuando aún éramos pecadores”, incapaces de amar y de perdonar.

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