martes
quinta semana
Nm 21,4-9 ● Sal 101,2-21
● Jn 8,21-30
Mirar al
Crucificado es vivir
Palabra de Dios
C
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uando levantéis en alto al Hijo del hombre, entonces reconoceréis que
yo soy. Yo no hago nada por mi cuenta; solamente enseño lo que aprendí del
Padre. El que me envió está conmigo y no me ha dejado solo. Porque yo hago
siempre lo que le agrada. (Jn 8,28-29)
Reflexión
El testimonio de Jesús es válido porque está avalado por el
Padre. La acusación de los fariseos es falsa. A Jesús no se le puede juzgar
aplicando criterios humanos porque él es de arriba, pertenece al mundo de Dios.
El único juicio adecuado es el que puede hacerse desde el acontecimiento pascual:
“Cuando levantéis al Hijo del hombre…”.
Oración
Por creer en las mentiras.
R.: Necesitamos de tu
perdón, ¡oh Padre!
Por haber pasado a otros nuestras responsabilidades.
R.: Necesitamos de tu
perdón, ¡oh Padre!
Por no haber querido abandonar nuestras manías.
R.: Necesitamos de tu
perdón, ¡oh Padre!
Haznos semejantes a ti en el saber perdonar
Amar y perdonar como Él nos ha amado y perdonado
no es tanto un imperativo impuesto desde fuera, sino un don. Jesús nos da su amor, a
saber, su Espíritu que viene del Padre y que, poco a poco, nos transforma en
seres capaces de amar y de perdonar a semejanza de Dios.
Es en nuestro perdón donde
se visualiza y aparece el perdón mismo de Dios. De lo visible a lo invisible.
Un examen que no admite espacio para las ilusiones. Si no perdonamos tal como
el Padre nos perdona, traicionamos la imagen misma del Padre.
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