jueves, 3 de abril de 2014

3 de abril de 2014, jueves


jueves cuarta semana

Ex 32,7-14   Sal 105,19-23   Jn 5,31-47

 

La incredulidad

 

Palabra de Dios

 

E

studiáis las Escrituras pensando encontrar en ellas vida eterna, pues ellas están dando testimonio de mí ¡y no queréis venir a mí para tener vida! No recibo gloria de los hombres.  (Jn 5,39-41)

 

Reflexión

     Al que busca su proprio interés y su propia gloria, le es difícil aceptar a un Dios amigo de los pobres. Y mucho menos a un Dios crucificado porque la cruz tumba el pedestal de los falsos dioses que el hombre continuamente crea. Jesús soporta la incredulidad de sus contemporáneos. Nosotros hoy vivimos en un mundo de incrédulos. Muchos cristianos se refugian en el miedo, en el pesimismo o en el complejo de persecución. Otros prefieren decirse incrédulos. Se trata de saber aceptar la incredulidad como un reto y una oportunidad para una continua conversión y un continuo testimonio.

 

Oración

Son pan de todos los días las esperanzas de los enfermos.

R.: Dánoslo a manos llenas, ¡oh Padre!

Son pan de todos los días los primeros felices pasos del convaleciente.

R.: Dánoslo a manos llenas, ¡oh Padre!

Es pan de todos los días el visitar las tumbas de nuestros difuntos.

R.: Dánoslo a manos llenas, ¡oh Padre!

 

Pan como promesa de fraternidad

     Al pedir el pan para todos manifestamos un vivo sentimiento de fraternidad. Los primeros cristianos limitaban el nuestro a los hermanos en la fe. Hoy el nuestro debe alcanzar al mundo entero. “Tuve hambre y me disteis de comer…” (Mt 25,35). Tenemos miedo de que repartiendo el pan disminuya para nosotros. Así amontonamos sin preocuparnos de nadie. La necesidad común a todos nos empuja a llegar antes que los demás, a tener más que los demás. La belleza del pan nuestro no radica en la posesión, sino en el compartirlo juntos. ¡Danos un pan que haga crecer la fraternidad!

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