viernes
cuarta semana
Sb 2,1a.12-22 ● Sal
33,17-21.23 ● Jn 7,1-2.10.25-30
Enviado del Padre
Palabra de Dios
J
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esús, mientras enseñaba en el templo, gritó: «A mí me conocéis, y conocéis
de dónde vengo. Sin embargo, yo no vengo por mi cuenta, sino enviado por el que
es veraz; a ése vosotros no lo conocéis; yo lo conozco, porque procedo de él, y
él me ha enviado». (Jn 7,28-29)
Reflexión
Se trata de una proclamación solemne, una revelación que debe
ser anunciada a todos. Ante esta revelación de Jesús todos los hombres deben
elegir: o reconocerle como el enviado del Padre aceptando los riesgos que
conlleva; o rechazarlo para conservar su seguridad inmediata pero comprometiendo
el futuro. Los jefes del pueblo de Israel veían en Jesús un peligro para su seguridad
y no lo aceptaron. Para nosotros, Cristo ¿es seguridad o es un peligro?
Oración
El grano en la espiga viene de ti.
R.: Dánoslo a manos
llenas, ¡oh Padre!
El deseo de compartir viene de ti.
R.: Dánoslo a manos
llenas, ¡oh Padre!
El sentido del agradecimiento viene de ti.
R.: Dánoslo a manos
llenas, ¡oh Padre!
Pan, como llamada a compartir
Jesús da de comer a toda una
muchedumbre porque cuenta con cinco panes compartidos (Jn 6). Es una comida material puesta a disposición por
los demás que hace alusión a otra comida: alude al Sinaí, a la Pascua cercana:
“Esforzaos, no por conseguir el alimento transitorio, sino el permanente, el
que da la vida eterna. Este alimento os lo dará el Hijo del Hombre” (Jn 6,27).
Es el pan del mañana con
quien Jesús se identifica.
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