LOS RELATOS DE LA CREACIÓN
TEXTO BÍBLICO (Génesis 1, 1-2,4a y Génesis 2, 4b-25)
Al principio creó Dios el cielo y
la tierra. La tierra era un caos informe; sobre la faz del abismo, la tiniebla.
Y el aliento de Dios se cernía sobre la faz de las aguas. Dijo Dios: “Que
exista la luz”. Y la luz existió. Vio Dios que la luz era buena; y separó Dios
la luz de la tiniebla: llamó Dios a la luz día, y a la tiniebla noche. Pasó una
tarde, pasó una mañana: el día primero. Y dijo Dios: “Que exista una bóveda
entre las aguas, que separe aguas de aguas”. E hizo Dios la bóveda para separar
las aguas de debajo de la bóveda, de las aguas de encima de la bóveda. Y así
fue. Y llamó Dios a la bóveda cielo. Pasó una tarde, pasó una mañana: el día
segundo. Y dijo Dios: “Que se junten las aguas de debajo del cielo en un solo
sitio, y que aparezcan los continentes”. Y así fue. Y llamó Dios a los
continentes tierra, y a la masa de las aguas la llamó mar. Y vio Dios que era
bueno. Y dijo Dios: “Verdee la tierra hierba verde que engendre semilla y
árboles frutales que den fruto según su especie y que lleven semilla sobre la
tierra”. Y así fue. La tierra brotó hierba verde que engendraba semilla según
su especie, y árboles que daban fruto y llevaban semilla según su especie. Y
vio Dios que era bueno. Pasó una tarde, pasó una mañana: el día tercero. Y dijo
Dios: “Que existan lumbreras en la bóveda del cielo para separar el día de la
noche, para señalar las fiestas, los días y los años; y sirvan de lumbreras en
la bóveda del cielo para alumbrar a la tierra”. Y así fue. E hizo Dios las dos
lumbreras grandes: la lumbrera mayor para regir el día, la lumbrera menor para
regir la noche, y las estrellas. Y las puso Dios en la bóveda del cielo para
dar luz sobre la tierra; para regir el día y la noche, para separar la luz de
la tiniebla. Y vio Dios que era bueno. Pasó una tarde, pasó una mañana: el día
cuarto. Y dijo Dios: “Bullan las aguas con un bullir de vivientes, y vuelen
pájaros sobre la tierra frente a la bóveda del cielo”. Y creó Dios los cetáceos
y los vivientes que se deslizan y que las aguas hizo bullir según sus especies,
y las aves aladas según sus especies. Y vio Dios que era bueno. Y Dios los
bendijo, diciendo: “Creced, multiplicaos, llenad las aguas del mar; que las
aves se multipliquen en la tierra”. Pasó una tarde, pasó una mañana: el día
quinto. Y dijo Dios: “Produzca la tierra vivientes según sus especies: animales
domésticos, reptiles y fieras según sus especies”. Y así fue. E hizo Dios las
fieras de la tierra según sus especies, los animales domésticos según sus
especies y los reptiles del suelo según sus especies. Y vio Dios que era bueno.
Y dijo Dios: “Hagamos al hombre a nuestra imagen y semejanza; que ellos dominen
los peces del mar, las aves del cielo, los animales domésticos y todos los
reptiles”. Y creó Dios al hombre a su imagen; a imagen de Dios lo creó; varón y
hembra los creó. Y los bendijo Dios y les dijo: “Creced, multiplicaos, llenad
la tierra y sometedla; dominad los peces del mar, las aves del cielo y todos
los animales que se mueven sobre la tierra”. Y dijo Dios: “Mirad, os entrego
todas las hierbas que engendran semilla sobre la faz de la tierra; y todos los
árboles frutales que engendran semilla os servirán de alimento; y a todos los
animales de la tierra, a todas las aves del cielo, a todos los reptiles de la
tierra --a todo ser que respira--, la hierba verde les servirá de alimento”. Y
así fue. Y vio Dios todo lo que había hecho: y era muy bueno. Pasó una tarde,
pasó una mañana: el día sexto.
Y quedaron concluidos el cielo, la tierra y sus muchedumbres. Para el día séptimo había concluido Dios toda su tarea; y descansó el día séptimo de toda su tarea. Y bendijo Dios el día séptimo y lo consagró, porque ese día descansó Dios de toda su tarea de crear.
Y quedaron concluidos el cielo, la tierra y sus muchedumbres. Para el día séptimo había concluido Dios toda su tarea; y descansó el día séptimo de toda su tarea. Y bendijo Dios el día séptimo y lo consagró, porque ese día descansó Dios de toda su tarea de crear.
Ésta es la historia de la
creación del cielo y de la tierra. Cuando el Señor Dios hizo tierra y cielo, no
había aún matorrales en la tierra, ni brotaba hierba en el campo, porque el
Señor Dios no había enviado lluvia a la tierra, ni había hombre que cultivase
el campo y sacase un manantial de la tierra para regar la superficie del campo.
Entonces el Señor Dios modeló al hombre de arcilla del suelo, sopló en su nariz
aliento de vida, y el hombre se convirtió en ser vivo. El Señor Dios plantó un
jardín en Edén, hacia oriente, y colocó en él al hombre que había modelado. El
Señor Dios hizo brotar del suelo toda clase de árboles hermosos de ver y buenos
de comer; además, el árbol de la vida en mitad del jardín y el árbol de conocer
el bien y el mal. En Edén nacía un río que regaba el jardín y después se
dividía en cuatro brazos: el primero se llama Pisón y rodea todo el territorio
de Javilá, donde se da el oro; el oro del país es de calidad, y también se dan
allí ámbar y ónice. El segundo río se llama Guijón, y rodea toda la Nubia. El tercero se
llama Tigris, y corre al este de Asiria. El cuarto es el Éufrates. El Señor
Dios tomó al hombre y lo colocó en el jardín de Edén, para que lo guardara y lo
cultivara. El Señor Dios mandó al hombre: “Puedes comer de todos los árboles
del jardín; pero del árbol de conocer el bien y el mal no comas; porque el día
en que comas de él, tendrás que morir”. El Señor Dios se dijo: “No está bien
que el hombre esté solo; voy a hacerle el auxiliar adecuado”. Entonces el Señor
Dios modeló de arcilla todas las fieras salvajes y todos los pájaros del cielo,
y se los presentó al hombre, para ver qué nombre les ponía. Y cada ser vivo
llevaría el nombre que el hombre le pusiera. Así, el hombre puso nombre a todos
los animales domésticos, a los pájaros del cielo y a las fieras salvajes. Pero
no encontró el auxiliar adecuado. Entonces el Señor Dios echó sobre el hombre
un letargo, y el hombre se durmió. Le sacó una costilla y creció carne desde
dentro. De la costilla que le había sacado al hombre, el Señor Dios formó una
mujer y se la presentó al hombre. El hombre exclamó: “¡Ésta sí que es hueso de
mis huesos y carne de mi carne! Su nombre será Hembra, porque la han sacado del
Hombre”. Por eso el hombre abandona padre y madre, se junta a su mujer y se
hacen una sola carne. Los dos estaban desnudos, el hombre y su mujer, pero no
sentían vergüenza.
COMENTARIO BÍBLICO
Al inicio de la Biblia hay dos relatos de
la creación. El segundo es el más antiguo y es fundamentalmente una
antropogonía (origen del ser humano), mientras que el primero es más reciente y
su mensaje está centrado en la cosmogonía (origen del universo).
Primer relato. Escrito en tiempos de David y Salomón. Parece que
las originariamente ocho obras de Dios se han visto reducidas a seis para
adaptarse a la semana judía y por eso los días tercero y sexto hay una doble
mención a los trabajos de creación de Dios con su estribillo “y vio Dios que
todo era bueno” colocado al final de cada obra.
Mientras los poemas paganos
describen la creación como el resultado de una lucha entre los dioses y las fuerzas
del caos, el relato bíblico subraya la tranquila actividad del Dios único. Todo
el mundo visible vino a la existencia como resultado de la soberana actividad
divina.
La voluntad personal de Dios,
expresada en su palabra, que tiende un puente entre Dios y el caos, produce
primero la luz, el más sublime de los elementos. La luz se halla en marcado
contraste con el caos tenebroso. Así queda puesta la base para la primera y
principal división en “día” y “noche”.
El firmamento es considerado como
un enorme cuenco invertido que retiene las aguas situadas encima de él. Como la
división de las aguas no se realiza perfectamente hasta el tercer día, aún no
se aplica la fórmula de aprobación divina.
La obra del tercer día
proporciona la base para la división en “tierra” y “mares”. Así se completa la
obra del segundo día; se impone un límite efectivo a las aguas caóticas, lo
mismo que a la tiniebla primordial el primer día.
La vegetación es creada a través
de la mediación de la madre tierra, pero ese poder productivo de la tierra no
procede de sí misma, sino de Dios.
En la creación de las luminarias
celestes no se nombra ni al sol ni a la luna porque sus nombres semitas
recordarían a dioses paganos adorados en ocasiones por el propio Israel, y el
culto babilónico de esos dioses era un peligro especial para los desterrados.
Queda claro que esas luminarias están para servir a los humanos.
Según los antiguos, los animales
eran superiores a las plantas por ser seres vivos y capaces de transmitir vida,
ya que toda vida procede de Dios y por eso su poder procreador es el resultado
de una bendición divina. La creación directa de estas criaturas por Dios y la
especial bendición que reciben puede explicarse por el hecho de que los
antiguos no pensaban que el mar y el aire tuvieran el poder productivo de la
tierra. Ese poder de la tierra (la madre tierra otra vez) se vuelve a ver en
que ella produce los animales terrestres, aunque ese poder productivo le viene
de Dios.
La consulta que Dios hace a la
corte celestial indica que llegamos al punto cumbre de la creación. El ser
humano, por ser imagen de Dios, es su representante en la tierra. La versión
poética añade que la distinción de los sexos es de origen divino y, por tanto,
buena. El pleno sentido de la humanidad (eso significa adam) solo se realiza
cuando hay hombre y mujer.
El poder procreador del ser
humano es fruto de una especial bendición divina.
El poder sobre los animales es
expresado con verbos fuertes (hollar, poner bajo los pies). Sin embargo, el
poder humano sobre las otras criaturas es ejercido solo como embajador de Dios.
En la referencia al alimento de
los animales y del ser humano se esboza la paz y armonía que existía al inicio
por voluntad de Dios. Esta armonía se rompe más tarde como consecuencia del
pecado.
El día séptimo, entre el cosmos
ordenado y el Creador en majestuoso descanso surge una relación especial que se
expresa en la bendición (dotación de poderes vitales) y santificación
(segregación) del día.
Segundo relato. Es más vivo, popular y concreto. Incluye elementos
extrabíblicos, la presentación de Dios es más antropomórfica y la perspectiva
es terrena y humana más que cósmica y divina. Este relato parece más el
preludio del posterior relato de la caída (pecado original) y del progresivo
alejamiento del ser humano con respecto a Dios.
La tierra ya creada es una tierra
estéril privada de la bendición del agua. En este relato el caos es la
esterilidad y la acción de Dios su sustitución por un jardín fecundo. El agua
disponible es únicamente la que brota de la tierra.
El centro de interés y el primer
objeto de la actividad divina es el hombre (adam) que tiene relación con la
tierra (adamah): la tierra está destinada para uso del hombre, y este volverá a
ella. Pero además el hombre posee también un género especial de vida, que viene de Dios y que lo distingue de todos
los seres terrestres.
“Edén” es palabra acádica que
significa “estepa” y que a los lectores hebreos les recuerda su palabra “éden”
que significa “placer”. Al oriente de Israel está Mesopotamia (palabra que
significa “entre ríos”: el Tigres y el Éufrates).
Entre los árboles del jardín, dos
son mencionados de forma especial: el árbol de la vida, símbolo de la
inmortalidad, y el árbol del conocimiento del bien y del mal. “Bueno” y “malo”
no tienen necesariamente un sentido moral, sino de totalidad. La felicidad
humana depende de la sumisión a Dios: felicidad física y moral obedeciendo a
Dios o mal físico y moral tras la caída.
El disfrute del jardín es un don
de Dios. El mismo trabajo no es un mal.
La mujer es “una ayuda semejante
a él”, lo que significa que la mujer complementa al varón pero no existe
únicamente para su servicio. Precisamente por eso se menciona en ese momento la
creación de los animales, para subrayar por contraste el verdadero papel de la
mujer. Los animales, nombrados por el hombre y por tanto para su dominio, no
son compañeros adecuados para su ser total.
El “sueño profundo” del hombre
sugiere la naturaleza misteriosa y altamente significativa de la actividad
divina.
La descripción de la formación de
la mujer indica la unidad de naturaleza de hombre (is) y mujer (issa). En esta
traducción han escrito “hembra” y “hombre” para hacer visible esa similitud de
las palabras originarias.
Este relato se cierra con una
convicción profunda: la unidad del matrimonio y su naturaleza monógama son
queridas por Dios. Y a la vez el último versículo prepara e introduce el relato
del primer pecado, que veremos en el siguiente encuentro.
COMENTARIO MISIONERO
“Creced, multiplicaos, llenad la
tierra y sometedla”. Palabra esta última que nos parece fuerte (así lo dice el mismo
comentario bíblico). Parece que necesitamos poner límites a las criaturas, como
Dios nos pone límites a nosotros. En todo caso el dominio se refiere a las
otras criaturas, pero nunca a otro ser humano. Un comentario rabínico dice que
la mujer salió de la costilla del hombre porque, si hubiese salido de su
cabeza, ella sería la dominadora; si hubiese salido de su pie, él la dominaría;
saliendo de su costilla es como más cerca está de su corazón.
Nos sorprende ese “hagamos”
cuando Dios va a crear al ser humano, y el cambio de “y vio Dios que era bueno”
a la expresión final cuando Dios ve el conjunto de la obra de la creación: “Y
todo era muy bueno.”
¿Por qué pone Dios el árbol de
bien y del mal? Algo tiene que haber ahí que ha marcado el mundo entero. Ese
árbol es al mismo tiempo plenitud y vacío. Respetándolo podemos vivir la plenitud
del paraíso, pero cuando comemos los frutos de ese árbol nuestra relación con
Dios y con los demás se estropea. Sabemos que los frutos de ese árbol tienen
consecuencias pero hasta que no hacemos la experiencia no sabemos lo que es. Ese
paraíso no es perfecto porque está la amenaza plantada en medio del jardín. Al
menos podemos descubrir y conocer dónde está el bien y dónde está el mal.
El envío del Hijo por parte de
Dios, ¿obedece al deseo de reparar lo que hemos estropeado? En el pregón
pascual decimos: “Feliz culpa que mereció tal Redentor”. Recordamos la discusión
medieval entre quienes defendían que la venida de Jesús al mundo es el “plan B”
de Dios, que Dios crea todo bueno y cuando se estropea tiene que arreglarlo con
Jesús, y quienes decían que desde el inicio Dios había previsto llevar la
creación a su plenitud con su presencia dentro de esa creación. Esta segunda
visión nos gusta mucho más, nos parece más sugerente, aunque la primera nos
resulta más conocida: visto el desastre, el Padre nos envía a su Hijo.
¿Quizá Jesús llegó tarde? Porque
el mundo no parece haber tomado decididamente los caminos del bien sino al
revés, cada vez vemos más desigualdad y más guerras. Y al mismo Jesús buena le
cayó encima. Él también tuvo que lidiar con la debilidad de su cuerpo mortal.
Los humanos estamos llenos de debilidades.
Dios nos envía a su Hijo para que
los humanos veamos la chispa del amor más a nuestro nivel, en nuestra
humanidad, porque quizá la divinidad nos queda lejos, aunque una parte de esa
divinidad ya la llevamos nosotros al ser hechos a imagen y semejanza de Dios y
llevamos a Dios en nuestro interior (El Dios más interior que nosotros mismos,
San Agustín), pero no nos damos cuenta. Como a pesar de toda la historia de
salvación seguimos sin entender, Dios nos envía a su Hijo.
¿Podría venir Jesucristo otra
vez? No hemos asimilado aún su primera venida… En todo caso decimos que
Jesucristo vendrá otra vez en gloria en el momento del juicio. A cada momento y
por ser obra de Dios la posibilidad de encontrarnos con Él sigue abierta.
No llegamos a la verdad sin los
otros, no estamos completos sin el otro. Esto lo dice también el papa
Francisco: la verdad es relativa porque Dios se ha relacionado con nosotros
para mostrárnosla y por eso no llegamos a la verdad solos sino a través de
encuentros auténticos y sinceros.
Estamos llamados a la vida
sabiendo que ni nos damos la vida ni somos los autores de la creación, y por
tanto humildad. Humildad viene de “humus”, de la tierra de donde nos ha sacado
Dios según el segundo relato de la creación. Nos viene bien recordar de dónde
hemos salido, quién nos ha dado la vida y cuál es nuestra vocación y lugar. Eso
sí, no confundamos humildad con ingenuidad. “De buena que es, es tonta”.
Astutos como serpientes y sencillos como palomas nos quiere Jesús.
El mejor ejemplo de humildad es
María, ella que reconoce la verdad que llevamos todos y que la lleva de una
forma única en su seno. María vive en actitud de servicio y sencillez.
La maternidad/paternidad supera
lo biológico: se trata de la mayor experiencia de colaboración en la creación
de Dios. Especialmente las madres, ¡cómo sienten a sus hijos! ¡Que relación tan
estrecha e íntima se establece! Se entiende que nuestro Dios sea Padre/Madre.
Dios duerme al hombre para
sacarle la costilla, y como dice el comentario bíblico, el “dormirse” significa
misterio. De hecho en los Evangelios los apóstoles elegidos por Jesús se
duermen en la
Transfiguración y en Getsemaní. Sin embargo él mismo se
“duerme” en el episodio de la barca en medio del lago enfurecido (Marcos
4,35-41), lo que revela una experiencia muy humana: a veces nos parece que Dios
se ha dormido o no nos escucha, cuando en realidad sí que está ahí y Jesús
sigue manifestando al Dios creador que domina las aguas.
La desnudez del hombre y de la
mujer mencionada al final del primer relato de la creación también tiene
resonancias en el Evangelio: en la escena del joven que sigue a Jesús durante
su apresamiento vestido solo con una sábana, y cuando agarran la sábana huye
desnudo (Marcos, 14-51-52, podría ser una referencia precisamente a Adam y a la
nueva creación que ha llegado con Jesús, pero con su apresamiento volvemos a
estar desnudos y escondiéndonos, huyendo) y también en la pesca abundante que
nos narra el Evangelio de Juan tras la resurrección de Jesús (Juan 21,1.14). En
este último pasaje Pedro está desnudo y sí se cubre al reconocer a Jesús porque
la huella del pecado y su actuación vergonzosa durante la pasión de Jesús no
han desaparecido, pero esta vez en vez de esconderse como Adam y Eva tras el
pecado se precipita al encuentro de Jesús.
Jesús también hará referencia en
el Evangelio a la penúltima frase del segundo relato en un debate sobre el
matrimonio, añadiendo: “Lo que Dios ha unido que no lo separe el hombre” (Mateo
19,4-6).
Habría sido interesante
profundizar en el tema de la creación y de la ciencia (¿creación tal cual lo
cuenta la Biblia ,
evolución, diseño inteligente?), pero no nos da tiempo. Somos conscientes en
todo caso que la Biblia
emplea un género literario mitológico en donde lo esencial no es que los
acontecimientos sucediesen tal cual los cuenta el relato, sino el mensaje
profundo: Dios que crea todo bueno, y entre sus criaturas la cumbre es el ser
humano, hombre y mujer.
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