¿Jesús,
cuál ha sido tu trabajo principal en estos años?
Mi
trabajo principal, además de intentar balbucear la lengua, ha sido
intentar convivir con el pueblo japonés, compartiendo vida y fe,
intentar mirar las cosas con otros ojos distintos de los europeos,
saborear su cultura. Sí, ello es un trabajo arduo y difícil, no
siempre fácil de digerir y no exento de fatiga.
Me
he movido en cuatro zonas pastorales (provincias de Kagoshima,
Miyazaki, Osaka y Wakayama) con sus diferencias y atractivos. Ha sido
una actividad teniendo como centro la comunidad parroquial…
actividad rica y variada, pues no ha faltado ni el contacto con un
leprosario (parroquia de Kanoya) en donde vivían mas de 40
cristianos, ni el contacto con el mundo de la escuela infantil
(también en Kanoya), ni las visitas a las familias (Miyanojo y
Wakayama).
Pero
en el fondo ha sido sobre todo un trabajo de “presencia” = una
vela que intenta estar siempre encendida (aunque tal vez su luz no
alcance muy lejos). Y una vela que está encendida se consume poco a
poco siendo luz para los demás (incluso si muchas veces no se
percibe a nadie alrededor). Por eso decía que es sobre todo un
trabajo de “presencia”, sin ruido.
Muchas
veces se dice que la presencia del misionero en Japón es una siembra
sin esperar a la cosecha. Cierto, pero me atrevería a decir que más
que siembra es un simple dejar caer la semilla, aquí y allá, con la
confianza en que Dios la hará germinar.
¿En
qué ámbitos más significativos trabajan los javerianos?
El
ámbito que más personal acapara es la actividad con la comunidad
cristiana o parroquial. Pero hay otras muchas actividades que no por
tener menos personal son menos importantes: la dirección de
numerosos colegios infantiles, la enseñanza en la escuela o en la
universidad, el dialogo
intercultural
e interreligioso…
Quizás
las palabras necesiten alguna explicación. Hablar de “parroquia”
tiene un significado un poco distinto del que le podemos dar aquí.
No se trata de un rincón en donde tú tienes un grupo de cristianos
con los que compartir tu vida, sino de una zona pastoral (normalmente
una ciudad entera) en donde intentas (junto con el reducido número
de cristianos que allí viven) compartir y hacer vivo el mensaje de
Jesús en medio de la gente del lugar.
Lo
mismo se podría decir de la actividad en la escuela (sobre todo en
la escuela infantil). No es una escuela para cristianos. Comenzando
por los profesores, el 99% de las familias que traen a sus hijos a la
escuela católica no son cristianos. Ello facilita un contacto de
primer anuncio valiosísimo, no solo con los niños, sino sobre todo
con las
familias
de los mismos.
¿Qué
has aprendido del pueblo japonés?
A
la típica pregunta, se podía dar la típica respuesta: he recibido
más de lo que he dado. No deja de ser cierto. Pero no se trata de
dar o recibir, sino de compartir. Aunque uno descubra muchos valores
en otra persona o cultura, en el fondo uno sigue siendo lo que era.
Uno comparte, asimila o al menos lo intenta. Pero uno sigue siendo
gallego.
Cierto
que el pueblo japonés, como en todos los sitios, ha cambiado
enormemente en estos últimos años y muchos de sus valores también
han entrado en crisis. Pero es un pueblo en donde la solidaridad y la
paciencia son puestas a prueba continuamente. Solidaridad en el
momento del sufrimiento sobre todo por causas naturales a las que
está tan acostumbrado. Paciente para, juntos, renacer de las propias
cenizas. Decimos que después de un invierno llega una primavera.
Sería mejor decir que después de un invierno se puede construir una
nueva primavera. No es una paciencia que espera, sino que construye
aunque sea lentamente.
Y
en todo ello se intenta no ser una carga para el otro. En general, el
japonés evitar el transmitir una sensación de problema, es decir,
que oculta el propio problema para no ser un problema para el otro.
¿Cuáles
pueden ser los rasgos más atractivos del cristianismo para los
japoneses?
Se
me hace difícil definir unos rasgos que puedan ser más o menos
atractivos para el pueblo japonés. El cristianismo, a pesar de su
minoría, es bien aceptado, es apreciado. El hecho de no hacerse
cristianos no significa un rechazo. La religión se considera asunto
personal y las motivaciones para dar un paso hacia la conversión
suelen ser de lo más variadas.
La
curiosidad por conocer no tanto el cristianismo, sino la figura de
Jesús, hace que sea relativamente fácil tener algún grupo de
reflexión o lectura comentada de la Biblia.
Muchos
rasgos, como la solidaridad o voluntariado, aunque si tienen un
origen en ambientes cristianos, ya forman parte del mundo japonés.
Voluntariado con los sin techo, en las residencias de ancianos,… o
en momentos de desastres naturales. “Por las obras los conoceréis”.
¿Cuáles
son los desafíos a los que se enfrenta el cristianismo en Japón?
Un
vaso lleno de agua hasta la mitad se puede ver de dos maneras: medio
vacío o medio lleno.
Como
personas somos tentados a ver las cosas sobre todo del lado negativo.
Digamos que vemos el vaso “medio vacío”. El escaso número de
cristianos (un 1% si sumamos las comunidades protestantes) y una baja
participación de la gente joven (por motivos de trabajo, estudio,
familiar, etc.) nos invitan a pensar que es hora de cerrar el local y
cambiar de lugar. Y sin embargo, un vaso que vemos aun “medio
lleno” crea, no ilusiones ficticias sino esperanza.
Como
he dicho, la religión para un japonés es algo de ámbito privado
más que comunitario. Alguna vez alguien ha comparado el cristianismo
en Japón como un bonsái (un árbol muy bonito pero en miniatura).
Quizás tenga algo de razón. Pero un bonsái solo se consigue si se
podan sus ramas y sus raíces con frecuencia.
La
iglesia del Japón no
quiere ser bonsai, quiere
crecer, necesita crecer. Pero para ello sus raíces y sus ramas deben
crecer sin miedo y sobre todo desde dos puntos de vista:
-
Salir
de sí misma,
del vaso que la encierra. Ser
evangelizadora.
A nivel individual se podrían enumerar y elogiar innumerables
actividades, pero que muchas veces no tienen eco a nivel comunitario.
El gozo, también el de la fe, o se comparte o desaparece.
-
Dejar que salga de sí misma.
Una uniformidad a ultranza no deja espacio a la creatividad, o reduce
la creatividad solo al ámbito que le viene propuesto.
Las
comunidades, aunque pequeñas en número, se preparan para mantenerse
en pie y seguir adelante, no solo ante la escasez de agentes de
pastoral siendo éstos además de edad avanzada, sino también ante
el alejamiento del sector más joven incluso entre los adultos. Ello
hace que esté surgiendo un laicado cada vez más activo (pero en
general de avanzada edad).
Sin
embargo pienso que no se trata solo de mantener (ello sería preparar
el propio funeral), sino que, como comunidad, el centro no debe estar
en sí misma, sino en las personas de fuera. Ese es un gran desafío
que tendrá que afrontar. Incluso, solo así podrá despojarse de la
posible carga de rostro extranjero, que indudablemente aun persiste.
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