Santa Teresa del Niño Jesús, patrona de
las misiones
ORACIÓN
Verbo increado de mi Dios Palabra.
Tú bien sabes, Jesús, que yo te amo
y el Amor de tu Espíritu me inflama.
Sé que, amándote a ti,
me atraigo al Padre
y le guarda mi pobre corazón.
¡Oh Trinidad, los Tres sois prisioneros
de mi amor…! (…)
Vivir de amor es darse sin medida,
sin reclamar salario aquí en la tierra.
Yo doy sin llevar cuentas,
¡muy segura de que en el amor
el cálculo no entra…!
Lo he dado todo al Corazón Divino,
pura ternura…;
así, ligera voy sin más carga
que mi única riqueza:
vivir de amor.
EVANGELIO DEL DÍA (Lucas 9,51-56)
Cuando se iba cumpliendo el tiempo de ser llevado al cielo, Jesús tomó la decisión de ir a Jerusalén. Y envió mensajeros por delante. De camino, entraron en una aldea de Samaria para prepararle alojamiento. Pero no lo recibieron, porque se dirigía a Jerusalén. Al ver esto, Santiago y Juan, discípulos suyos, le preguntaron: "Señor, ¿quieres que mandemos bajar fuego del cielo que acabe con ellos?" Él se volvió y les regañó. Y se marcharon a otra aldea.
DE LOS ESCRITOS DE LA SANTA
Comprendí
que solo el Amor hacía actuar a los miembros de la Iglesia ; que si el Amor
llegaba a apagarse, los apóstoles ya no anunciarían el Evangelio… Comprendí que
el Amor encerraba en sí todas las vocaciones, que el Amor lo era todo, que el
Amor abarcaba todos los tiempos y lugares… En una palabra, ¡que el Amor es
eterno! Entonces en el colmo de mi alegría delirante, exclamé: Jesús, Amor
mío…, al fin he encontrado mi vocación ¡Mi vocación es el Amor…!
Sí, he hallado mi puesto en la Iglesia , y ese puesto,
¡oh, Dios mío!, vos mismo me lo habéis dado...: en el corazón de la Iglesia , mi Madre, yo seré
el amor...¡¡¡Así lo seré todo... así mi sueño se verá realizado!!!...
¿Por qué hablar de alegría delirante? No es ésta la expresión justa. Es más bien la paz tranquila y serena del navegante al divisar el faro que ha de conducirle al puerto... ¡Oh, faro luminoso del amor! Yo sé cómo llegar hasta ti. He hallado el secreto para apropiarme tu llama...
¡Oh, Amado mío, así es cómo se consumirá mi vida!... No tengo otro modo de probarte mi amor que arrojando flores, es decir, no desperdiciando ningún pequeño sacrificio, ninguna mirada, ninguna palabra, aprovechando las más pequeñas cosas y haciéndolas por amor...”
”Tengo la vocación de apóstol... Quisiera recorrer la tierra, predicar tu nombre, y plantar sobre el suelo infiel tu Cruz gloriosa. Pero ¡oh, Amado mío!, una sola misión no me bastaría. Desearía anunciar al mismo tiempo el Evangelio en las cinco partes del mundo, y hasta en las islas más remotas...
Quisiera ser misionero, no solo durante algunos años, sino haberlo sido desde la creación del mundo y seguir siéndolo hasta la consumación de los siglos...”
¿Por qué hablar de alegría delirante? No es ésta la expresión justa. Es más bien la paz tranquila y serena del navegante al divisar el faro que ha de conducirle al puerto... ¡Oh, faro luminoso del amor! Yo sé cómo llegar hasta ti. He hallado el secreto para apropiarme tu llama...
¡Oh, Amado mío, así es cómo se consumirá mi vida!... No tengo otro modo de probarte mi amor que arrojando flores, es decir, no desperdiciando ningún pequeño sacrificio, ninguna mirada, ninguna palabra, aprovechando las más pequeñas cosas y haciéndolas por amor...”
”Tengo la vocación de apóstol... Quisiera recorrer la tierra, predicar tu nombre, y plantar sobre el suelo infiel tu Cruz gloriosa. Pero ¡oh, Amado mío!, una sola misión no me bastaría. Desearía anunciar al mismo tiempo el Evangelio en las cinco partes del mundo, y hasta en las islas más remotas...
Quisiera ser misionero, no solo durante algunos años, sino haberlo sido desde la creación del mundo y seguir siéndolo hasta la consumación de los siglos...”
(En los últimos tiempos, mantuvo correspondencia con dos
padres misioneros, uno de ellos enviado a Canadá, y el otro a China, y les
acompañó constantemente con sus oraciones. Por eso, Pío XII quiso asociarla, en
1927, a
san Francisco Javier como patrona de las misiones.)
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