Uno de los bellos paisajes de la Huasteca. Antxon va hacia La Laja, que se ve al fondo |
Resulta muy simbólico que el día de nuestro regreso a España
se celebrase la fiesta de la Transfiguración. Hemos “subido” con el Señor a lo
alto, y no lo digo solo porque con el avión nos hayamos ido muy arriba, sino
porque esta experiencia nos ha servido para ver de otra forma la realidad, y
también para ver un pedacito de la gloria del Señor.
Ya estamos en España (Sonia no porque prolongaba su
presencia en México con unos amigos) e intentando readaptarnos a los horarios
de Europa.
Nuestra revisión final de la experiencia fue muy intensa y
resumo algunas de las frases que nos dijimos:
- Una experiencia como esta nos ayuda a valorar la vida, y
en ella valorar lo que tenemos, las personas que están a nuestro alrededor.
- Para nosotros ahora los indígenas tienen rostro y nombre,
son alguien, existen y nosotros estuvimos con ellos.
- Al inicio percibíamos
las carencias con las que los indígenas viven y sentíamos que nos faltaban
ciertas comodidades. Ahora al final lo que apreciamos y vemos son sobre todo
sus valores: sentido comunitario, hospitalidad y compartir, vida sencilla,
deseo de encuentro, fe celebrada y vivida…
- Se puede vivir con menos, también nosotros. Estamos acostumbrados
a quejarnos cuando nos falta algo, cuando sufrimos un poco… Viendo la vida de los
indígenas hemos aprendido a relativizar nuestras dificultades.
- Han sido días intensos. Estamos muy contentos. A más de un
apersona nos la llevaríamos en nuestras maletas… pero tenemos que aprender el
despojo, el saber encontrarnos con el otro y al mismo tiempo saber despedirnos
y marchar… En el Señor seguimos unidos.
Canto y baile de las inditas en Cochiscuatitla |
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