viernes, 9 de agosto de 2013

Verano 2013: Méjico (y 05)



Uno de los bellos paisajes de la Huasteca. Antxon va hacia La Laja, que se ve al fondo
Resulta muy simbólico que el día de nuestro regreso a España se celebrase la fiesta de la Transfiguración. Hemos “subido” con el Señor a lo alto, y no lo digo solo porque con el avión nos hayamos ido muy arriba, sino porque esta experiencia nos ha servido para ver de otra forma la realidad, y también para ver un pedacito de la gloria del Señor.

Ya estamos en España (Sonia no porque prolongaba su presencia en México con unos amigos) e intentando readaptarnos a los horarios de Europa.

Nuestra revisión final de la experiencia fue muy intensa y resumo algunas de las frases que nos dijimos:

- Una experiencia como esta nos ayuda a valorar la vida, y en ella valorar lo que tenemos, las personas que están a nuestro alrededor.

- Para nosotros ahora los indígenas tienen rostro y nombre, son alguien, existen y nosotros estuvimos con ellos.

- Al inicio percibíamos las carencias con las que los indígenas viven y sentíamos que nos faltaban ciertas comodidades. Ahora al final lo que apreciamos y vemos son sobre todo sus valores: sentido comunitario, hospitalidad y compartir, vida sencilla, deseo de encuentro, fe celebrada y vivida…

- Se puede vivir con menos, también nosotros. Estamos acostumbrados a quejarnos cuando nos falta algo, cuando sufrimos un poco… Viendo la vida de los indígenas hemos aprendido a relativizar nuestras dificultades.

- Han sido días intensos. Estamos muy contentos. A más de un apersona nos la llevaríamos en nuestras maletas… pero tenemos que aprender el despojo, el saber encontrarnos con el otro y al mismo tiempo saber despedirnos y marchar… En el Señor seguimos unidos.



Canto y baile de las inditas en Cochiscuatitla

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