La autora del artículo con niños de Xochitzintla |
Esta experiencia ha sido una de las más bonitas de
mi vida. Antes de México ya estuve en tierra de misión, concretamente en
Honduras, y esa experiencia dejó en mí una gran huella, la huella de seguir
conociendo, de seguir creciendo en Jesús a través del contacto con otras
culturas, con la gente sencilla. Como consecuencia de esta experiencia anterior
llega México a mi vida. Esta vivencia me ha hecho sentir muy feliz
porque cuando una vida se comparte, se pone al servicio del Reino de los más
pobres... la vida cambia, el Señor te transforma, te da unos ojos nuevos y un
corazón nuevo.
Hemos estado en dos comunidades donde viven
indígenas náhuatl: 15 días en Xochitzintla
y una semana en Pemuche. Hemos
realizado diversas tareas como visitar a las familias, hacer oración por los
familiares que se encuentran en otras ciudades,
apoyo escolar y juego con los niños… En definitiva, acompañarles en su vida
cotidiana. El vivir con los indígenas me ha hecho conocer la cercanía de sus
gentes, su cariño, su buena disposición ante el misionero que viene de tan
lejos...a través de ellos he conocido la riqueza de ponerse al servicio de los demás, he
conocido la riqueza del amor.
Apoyo escolar en Pemuche |
Aquí en España, nos preocupamos por cosas que no
merecen la pena, mostramos una actitud de insatisfacción, pero a través de las
personas de Xochitzintla y Pemuche me he dado cuenta que los que
más saben y valoran las cosas importantes, son las personas sencillas. Tal
vez no posean tantas cosas materiales, ni riquezas, pero sí tienen más
vida.
Una vez leí una frase que decía que Dios no tiene
manos, ni labios, sino que tiene el rostro de las personas que forman
parte de nuestra vida. En ese sentido para mí Dios tiene las manos y rostro de
Gerardo, Antxón, Elena,
Sonia, Pedro, Manuel, Flor, Victoria...y de tantas otras personas que han
hecho que esta experiencia sea un regalo de Dios. Desde que he conocido a estas
personas ha habido un antes y un después en mi vida y agradezco a todos ellos
el hecho de crecer en mí la esperanza por creer que es posible crear un mundo
mejor, un mundo que se construye desde el corazón.
No todo han sido clases y trabajo... |
Me gustaría contagiar, transmitir la belleza de
haber encontrado a Jesús en la gente sencilla. En los niños y con la gente
del grupo que hemos viajado a tierra mexicana para vivir esta experiencia he
sentido la alegría de la Fe.
Jesús es el Señor de la Vida y en este viaje a México se ha hecho
vida en cada uno de nosotros.
María Martínez Lara
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