Oración inicial
¡Si conocieras el don de Dios,
si tú supieras lo que Dios te ofrece!
Es como lluvia de alegría,
como hoguera en la noche, en el invierno,
como calor de amistad que te acompaña,
como fuerza secreta que surge desde dentro.
Sí, pero más, y es distinto.
Si conocieras el don de Dios,
un don que reverbera en dones variadísimos,
como anuncio renovado de noticias buenas,
como pan multiplicado en casa del hambriento,
o fuente que corre en el desierto,
o agua que cura la ceguera,
o luz que ciega a los violentos.
Sí, pero no es eso.
Si supieras, si vieras su hermosura,
su poder y su alegría, que transforma,
y su gracia, un mar en que te bañas;
como una danza en libertad
y en comunión, como una flor
de paz y santidad, pero más.
Si lo conocieras, dirías: ¡Ven!,
si de Él bebieras ya nunca tendrías sed.
Si conocieras el don de Dios,
te encenderías en amor santo ¡Ven!
Espíritu Santo, ¡ven!
Úngeme, alégrame,
confórtame, ¡ven!
Libérame, sáciame, embriágame, ¡ven!
Enamórame, transfórmame, úneme, ¡ven!
Palabra de Dios (Hechos 2,1-11)
Al llegar el día de Pentecostés, estaban todos reunidos en el mismo lugar. De repente, un ruido del cielo, como de un viento recio, resonó en toda la casa donde se encontraban. Vieron aparecer unas lenguas, como llamaradas, que se repartían, posándose encima de cada uno. Se llenaron todos de Espíritu Santo y empezaron a hablar en lenguas extranjeras, cada uno en la lengua que el Espíritu le sugería. Se encontraban entonces en Jerusalén judíos devotos de todas las naciones de la tierra. Al oír el ruido, acudieron en masa y quedaron desconcertados, porque cada uno los oía hablar en su propio idioma. Enormemente sorprendidos preguntaban: "¿No son galileos todos esos que están hablando? Entonces, ¿cómo es que cada uno los oímos hablar en nuestra lengua nativa? Entre nosotros hay partos, medos y elamitas, otros vivimos en Mesopotamia, Judea, Capadocia, en el Ponto y en Asia, en Frigia o en Panfilia, en Egipto o en la zona de Libia que limita con Cirene; algunos somos forasteros de Roma, otros judíos o prosélitos; también hay cretenses y árabes; y cada uno los oímos hablar de las maravillas de Dios en nuestra propia lengua."
"Sin el Espíritu, Dios está lejos, Cristo pertenece al pasado, el evangelio es letra muerta,
(Ignacio IV Hazim, patriarca de
Canción final
"Ven, Espíritu de Dios"
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