lunes, 10 de junio de 2013

Oración misionera, 16 de junio

La Pécheresse pardonnée - n°19


ORACIÓN INICIAL

Señor, Jesús, venimos humildemente ante ti
para pedir que nos envíes tu Espíritu:
Él es luz que nos puede iluminar
para ver en profundidad nuestra vida,
para escuchar tu Palabra,
para ayudarnos a conocerte más.
Tienes mucho que decirnos y enseñarnos.
Queremos que estés con nosotros
y que tus actitudes acrecienten nuestra benevolencia,
nuestra compasión, nuestro perdón.
¡Qué fácilmente juzgamos a los demás
cuando nosotros tenemos tanto que hacernos perdonar…!
A pesar de todo, siéntate a nuestra mesa,
háblanos con paciencia
y deja que tu Palabra cale en cada uno de nosotros

ACCIÓN DE GRACIAS POR LA SEMANA TRANSCURRIDA

EVANGELIO DEL DOMINGO (Lucas 7, 36-8, 3)

En aquel tiempo, un fariseo rogaba a Jesús que fuera a comer con él. Jesús, entrando en casa del fariseo, se recostó a la mesa. Y una mujer de la ciudad, una pecadora, al enterarse de que estaba comiendo en casa del fariseo, vino con un frasco de perfume y, colocándose detrás junto a sus pies, llorando, se puso a regarle los pies con sus lágrimas, se los enjugaba con sus cabellos, los cubría de besos y se los ungía con el perfume. Al ver esto, el fariseo que lo había invitado se dijo: "Si este fuera profeta, sabría quién es esta mujer que lo está tocando y lo que es: una pecadora."
Jesús tomó la palabra y le dijo: "Simón, tengo algo que decirte."
Él respondió: "Dímelo, maestro."
Jesús le dijo: "Un prestamista tenía dos deudores; uno le debía quinientos denarios y el otro cincuenta. Como no tenían con qué pagar, los perdonó a los dos. ¿Cuál de los dos lo amará más?"
Simón contesto: "Supongo que aquel a quien le perdonó más."
Jesús le dijo: "Has juzgado rectamente."
Y, volviéndose a la mujer, dijo a Simón: "¿Ves a esta mujer? Cuando yo entré en tu casa, no me pusiste agua para los pies; ella, en cambio, me ha lavado los pies con sus lágrimas y me los ha enjugado con su pelo. Tú no me besaste; ella, en cambio, desde que entró, no ha dejado de besarme los pies. Tú no me ungiste la cabeza con ungüento; ella, en cambio, me ha ungido los pies con perfume. Por eso te digo: sus muchos pecados están perdonados, porque tiene mucho amor; pero al que poco se le perdona, poco ama."
Y a ella le dijo: "Tus pecados están perdonados."
Los demás convidados empezaron a decir entre sí: "¿Quién es éste, que hasta perdona pecados?"
Pero Jesús dijo a la mujer: "Tu fe te ha salvado, vete en paz."
Después de esto iba caminando de ciudad en ciudad y de pueblo en pueblo, predicando el Evangelio del reino de Dios; lo acompañaban los Doce y algunas mujeres que él había curado de malos espíritus y enfermedades: María la Magdalena, de la que habían salido siete demonios; Juana, mujer de Cusa, intendente de Herodes; Susana y otras muchas que le ayudaban con sus bienes.

Se puede acompañar el final de la lectura del evangelio con la escucha de la canción “la mujer del perfume” de Ain Karem (está en su CD “Con Él la fiesta empezó”).

MEDITACIÓN MISIONERA

- Jesús y Simón recostados a la mesa, la mujer a sus pies… Incluso visualmente la mujer está en inferioridad. A quien tenemos a nuestros pies es más fácil juzgarlo, considerarlo como inferior. Nos hemos acostumbrado a poner a demasiadas personas a nuestros pies, fomentando así un cierto complejo de superioridad.

- Simón ve a la mujer y juzga, y así pierde el poder apreciar los gestos de esta mujer. Las palabras de Jesús, que le van describiendo lo que ella ha hecho de bueno y él no ha sido capaz, muestran que él está cegado por su prejuicio.

- “Sus muchos pecados están perdonados, porque tiene mucho amor”. Hay una fuerza mayor que nuestro pecado, por grande que sea, y se trata del amor. El perdón de Jesús nace de su amor sin límites. Y en el momento en que Jesús, “habiendo amado a los suyos, los amó hasta el extremo”, repite el gesto que la mujer hizo con Él: lava los pies de los suyos, entre los que están quien ya ha traicionado, quien negará y quienes huirán.

PROFUNDIZACIÓN EN SILENCIO

ORACIONES COMPARTIDAS

ORACIÓN FINAL

Ante las dudas sobre Ti, Madre,
respondiste con el perdón.
Ante la persecución y las muchas murmuraciones
respondiste con el perdón.
Ante la insidia y la ofensa,
respondiste, Madre, con el perdón.
Ante la infamia de la pasión y muerte tu Hijo,
respondiste, Madre, con el perdón.
Ante la traición y el dolor que conlleva,
respondiste con el perdón.

Madre de Misericordia,
tu corazón bondadoso rebosa de clemencia;
por ello te pido que me ayudes en mi camino de conversión.
Y también, ioh Madre!, tú que ante tantos males que te hicieron,
(hasta el extremo de ver crucificar a tu Hijo),
siempre respondiste con el más sincero perdón,
enséñame a perdonar a quienes me han hecho algún mal o daño.

Reviste mi alma de los mismos sentimientos de tu Corazón traspasado,
pero enamorado del Señor y encendido en el fuego de la caridad;
enséñame a olvidar mi sufrimiento y a ponerlo en tus manos para,
unido al tuyo, aprender a darme del todo olvidándome de mí. Amén.

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