lunes, 12 de noviembre de 2012

Oración misionera, 18 de noviembre

Oración inicial

ÉL VIENE SIEMPRE

“¿No oíste sus pasos silenciosos? Él viene, viene, viene siempre.
En cada instante y en cada edad, todos los días y todas las noches,
El viene, viene, viene siempre.
He cantado muchas canciones y de mil maneras;
pero siempre decían sus notas:
El viene, viene, viene siempre” (Tagore, poeta de Bangladesh),

Acción de gracias por la semana transcurrida

Evangelio del domingo (MARCOS 13,24 32)

En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos: «En aquellos días, después de esa gran angustia, el sol se hará tinieblas, la luna no dará su resplandor, las estrellas caerán del cielo, los astros se tambalearán. Entonces verán venir al Hijo del hombre sobre las nubes con gran poder y majestad; enviará a los ángeles para reunir a sus elegidos de los cuatro vientos, de horizonte a horizonte. Aprended de esta parábola de la higuera: Cuando las ramas se ponen tiernas y brotan las yemas, deducís que el verano está cerca; pues cuando veáis vosotros suceder esto, sabed que él está cerca, a la puerta. Os aseguro que no pasará esta generación antes que todo se cumpla. El cielo y la tierra pasarán, mis palabras no pasarán, aunque el día y la hora nadie lo sabe, ni los ángeles del cielo ni el Hijo, sólo el Padre».

Comentario misionero

- A los misioneros nos toca estar en los lugares de fractura de nuestro mundo, allí donde más se viven las contradicciones de nuestro sistema económico, que conlleva tantos "fines del mundo": guerras, hambrunas... En medio de esa noche, precisamos aún más de la luz.

- El sol y la luna palidecen porque llega una luz mayor, una mayor belleza: “El resplandor de la gloria de Dios supera toda belleza mundana, la verdadera belleza es el amor de Dios que se ha revelado definitivamente en el Misterio Pascual” (Benedicto XVI).

- Vivimos en un mundo cambiante (a nivel social) y sobre un suelo que se mueve (terremotos), y por eso necesitamos puntos de referencia sólidos. La Palabra de Dios es uno, el amor es otro. Ambos nos hacen entender y vivir la salvación de Dios, quien "no se muda" (Santa Teresa).

Silencio meditativo y oraciones compartidas

Oración final

Nuestro mundo, Señor, cambia, se mueve
y tantas veces se nos derrumba.
Nos da miedo la decadencia, la decrepitud,
nuestra vida que se agota al vivirla.

Vemos pasar el cielo y la tierra,
decepcionados por ideologías que no salvan,
por un sistema económico que genera desigualdad,
por un mundo lleno de guerras y destrucción,
por la superficialidad de tantas propuestas.

Necesitamos puntos de referencia fijos,
un suelo estable bajo nuestros pies,
algo esencial y vital que no pase,
Alguien que nos permita soñar con confianza.

Y ahí llegas Tú, donde no te esperamos:
creándolo todo aunque no sepamos apreciarlo;
dando vida a pesar de la muerte de tu Hijo Jesús;
confiándonos tu misión en nuestras manos,
congregándonos en una única familia.

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